lunes, 28 de mayo de 2018

En Mayo: Cuenta la Historia...

Van ahora dos antigüas historias que, solo por coincidencia, y solo por éso, repito, ocurren en el mes de Mayo, en las fechas de las Fiestas que en Chihuahua se hacen a la Santa Patrona de la Ciudad desde el año de 1729 (una larga historia que no cabe relatarla aquí), Las Fiestas a La Virgen de Santa Rita de Casia. Nada que ver a fin de cuentas, pero tienen ese punto en común en su ocurrencia en el tiempo.
Así que les advierto que la primera historia en esta publicación es algo tétrica y terrorífica, y la otra muy divertida, que va en una siguiente publicación; y es en este mes de Mayo, durante estas populares Fiestas, que las recordé. 
Van así como las recuerdo ahora, primero una y luego en otra publicación la siguiente: 




Cantina de Barrio: con el señor cantinero, que generalmente es un tipo bonachón y buena onda que sirve en la barra de madera, tiene a un chalán o ayudante que lleva las bebidas a las mesas; detrás de él los estantes donde están las botellas y un espejo para mantener vigilados a los parroquianos cuando el cantinero está de espaldas a ellos; en tiempos de éste relato, no se permitía la entrada de mujeres a esas Cantinuchas de Barrio.


Mingitorio de Cantina de Barrio: una simple pared recubierta de mosaico barato, con un tubo que gotea agua paa llevarse los desechos hacia un resumidero que está en la esquina; es este sector de la Cantina, por más que se limpie el área, huele a rayos.

"Aquella Noche que Conocí a un Vampiro":

Así Cuenta la Historia que me platicó el viejo señor Islas.
Él (el señor Islas) era el chofer local del tractor de cajas de trailer que nos daba servicio en la maquila donde trabajo, digo era y daba, porque dejé de verlo cuando la Planta cambió de compañia de transporte; no tengo la menor idea de qué fue del tal señor Islas, que ya era un hombre bastante viejo y ya nunca lo he vuelto a ver, como digo. 
Cuando yo estaba en el segundo turno, él hacía los movimientos de las cajas de trailer, regresandolas vacías a su patio y trayendo otras, o séa haciendo solo movimientos locales, por su avanzada edad. 
Y cuando había chanza, ya de noche, yo salía a platicar un rato con él porque siempre tenía alguna buena anécdota que contarnos al guardia de la caseta y a mí.

Ésto que me platicó y que aquí narro, se dió porque cuando una noche salí a recibir una carga, estaba él viendo en un periódico una noticia de un asesinato de varias personas, durante una de esas tantas temporada de muchas muertes, luego de una racha de la creciente violencia del narco en mi sufrida ciudad de Chihuahua capital.
Junto a esa noticia con sus fotos y toda la cosa de la violenta y sangrienta acción de los sicarios, había un gran anuncio de los artistas que se estaban presentando en las populares Ferias de Santa Rita, entre ellos 'Lus Trigeres del Nurti' con sus famosos narco corridos, esas feas apologías de la narco violencia que, aún estando prohibidas, siempre las interpretaban y las siguen interpretando, para el solaz esparcimiento del respetable.
Pero veo que me estoy apartando del relato, ahora lo retomo; así me lo platicó el señor Islas:

«Fíjate mi Artu -me platica el señor Islas con su cascada voz- que existen "criaturas monstruosas" que disfrazan sus sangrientas atrocidades, mezclandolas enmedio de tantas muertes producidas por la lucha entre los cárteles del narco. Siempre que hay temporadas de matanzas como ahora mismo en Mayo, se descubre que entre tanto asesinado, hay víctimas que no murieron a balazos de cuernos de chivo, sino de alguna otra forma siniestra o de una manera desconocida; pero pues entre la bola, nadie nunca dice nada, mucho menos nuestras autoridades policiacas buenas para nada...» 
Me dice éso, mientras señala en el periódico con un largo dedo de su huesuda mano la noticia del multiple asesinato en turno; y luego prosigue, con su cara ahora muy seria y con esa sombra óscura más marcada que otras veces, en su ya de por sí hundida y ojerosa mirada de siempre.
«Fíjate que cuando yo trabajaba de cantinero de noche en 'La Despedida', aquella taberna de mala muerte que estaba a la salida rumbo a cd. Cuauhtemoc, donde terminaba la Avenida Zarco, enseguida de los corrales de la 'Lechería Salud', fíjate mi Artu que hubo una racha de asesinatos en la ciudad, en aquel caluroso Mayo sin lluvias de hace ya muchos años, así como en este Mayo». 
«La dichosa cantina era de las pocas en la ciudad que tenían horario libre, a menudo cerrábamos a las cinco o seis de la mañana y ocurría allí toda clase de gentuza; por mal ejemplo un policía que iba aún con su uniforme a tomar, después de su turno de trabajo, él fue quien me contó una noche lo de las víctimas de muerte extraña enmedio del montón de muertes violentas y me dijo que era asunto conocido por todos, pero que nadie lo decía afuera de la comandancia, todos tenían miedo de lo que pudiera pasar así que mejor nadie lo hablaba, nadie siquiera lo mencionaba afuera de ese círculo de gente que a diario maneja a la muerte».
«...Y luego esa noche conocí a la "criatura monstruosa" que te digo, esa Noche Conocí al Vampiro...» 
Allí hizo una larga pausa, como recordando esos momentos por un buen rato hasta que le dijimos el guardia y yo casi en coro que ya nos lo platicara...
«Era ya muy tarde, las dos o tres de la madrugada de una muy calurosa noche de Mayo, me acuerdo del mes porque varios parroquianos llegaban de la Feria a seguir la borrachera; era fin de semana, era Sábado y la cantina esta casi llena pero la mayoría ya estaban muy ebrios y no daban lata, mi chalán servía las mesas tranquilo, hasta que, jalándome varias veces del mandil, me hizo ver al fulano que estaba en el marco de la puerta, estaba entrando y se quedó parado mirando a los clientes; nadie lo notó, cada quien estaba en sus asuntos.» 
«Me acuerdo porque era muy alto, muy flaco y muy pálido, con su camisa oscura (no recuerdo el color) de manga larga y abotonada hasta el escuálido cuello a pesar del calor; tenía largas patillas entrecanas que le hacían ver aún más marcados los pómulos y más hundida y oscura la mirada. Se acercó a la barra y miró las botellas en los anaqueles de la pared, cuando habló se me heló la sangre, y mi chalán se retiró con los ojos muy abiertos, a atender una mesa, a alejarse de allí, tropezando con una silla y casi se cae encima de una pareja de borrachos». 
«¿Cómo era esa voz? Indescriptible ahora me resulta. No la recuerdo bien, pero me acuerdo de la fea impresión que me causó al escucharla: apenas movía los labios, olía horrible el tufo de su aliento, su sonido me causaba cosquillas en los oídos y era como escuchar a alguien desde lejos y lo tenía justo enfrente de mí, y además tenía un marcado acento muy extraño, debía ser alguien extranjero, alguien no mexicano, nunca he escuchado una voz como ésa, y créeme que no deseo volverla a escuchar». 
«Me dijo: -Tengo mucha sed y estoy ahora muy lejos de casa, todo está cerrado a esta hora ¿tienes... anis, jeréz... ajenjo?... -y pasó esa oscura mirada por las botellas en el mueble de enfrente, yo enmudecido; y con un dedo muy largo y huesudo señaló a una de ellas, una de jeréz del rincón del estante, que yo ni sabía que existía -dáme de esa botella».
«Se la acerqué, instintivamente me retiré para atrás hasta sentir el mueble en mi espalda, mi mano temblaba, y "esa cosa" se sirvió en un vaso que estaba cerca y la bebió de un trago y luego se sirvió otro más que también apuro de un rápido trago hechando la cabeza muy hacia atrás; luego miró al rincón a donde esta el minguitorio y se dirigió hacia allá sin decir palabra alguna. El mingitorio de cantina de barrio era una pared de mosaico barato con un tubo que goteaba agua que se llevaba la orina hacia el resumidero de la esquina, poníamos hielo y hierbas para que no oliera tanto pero de todos modos allí apestaba a cerveza agria y orines de borracho».
«Entonces me acordé del espejo que tenía a un lado en la pared y que usabamos para ver a los clientes de espaldas en el mingitorio y así vigilarlos para que no hicieran alguna atrocidad o tuvieran una pelea, cosa muy común en una cantina de barrio. Y lo que ví me dejó aún mas petrificado y horrorizado. Ví, mi Artu, créemelo porque yo te lo cuento, lo recuerdo muy bien como si fuera una pesadilla de una noche de tormenta, ví un chorro rojo que salía de la nada y se estrellaba en la pared del mosaico sucio y manchado de mugre y luego se lo llevaba el agua del tubo hacia el agujero en el rincón, corría el agua roja como la sangre y se perdía en el resumidero. El fulano no se veía en el espejo, solo su chorro de aquel líquido rojo, rojo como la...»
Ahora la pausa duró más tiempo, el guardia de la caseta y yo estabamos con la boca abierta y al punto de un ataque o de algo así... al fin le dije... "y luego señor Islas que pasó".
«...Pues recuerdo como entre sueños que regresó el fulano ése a la barra y se tragó otros dos o tres vasos más del jeréz ése y me preguntó algo que yo entendí como que 'cuanto era' o algo así. -No, no es nada señor, vaya... vaya... le dije o le murmuré, creo que eso le dije o algo parecido, mi voz apenas salía del apretado nudo de mi garganta».
«...Paseó la mirada por toda la clientela, pero como te digo, nadie lo notó porque cada quién estaba en sus asuntos, luego fué a la puerta de salida y en un segundo se largó».
«Mi chalán se me acercó y me jaló varias veces del mandil». 
«-Señor Islas, ¿Vió señor Islas, vió al fulano ése señor Islas, lo vió, señor Islas, lo vió?-».
«-Si lo ví, ¿Tú lo viste también, dime que sí lo vistes? - le pregunté a mi chalán».
«-Pues en ratos lo ví, señor Islas, cuando estaba en la mesa de allá en el otro rincón, no lo distingía bien desde allá señor Islas, pero mejor allí me quedé, no sé porqué preferí no acercarme a la barra; la gente ni voltió a mirarlo, muy raro fulano señor Islas, muy extraño, que bueno que ya se largó...»
«Esa noche nos quedamos muy en silencio los dos, sin platicar practicamente nada, hasta que se fue el último cliente como a las cinco de la madrugada, el mingitorio apestó muy feo por varias semanas, olía a pobredumbre y a cosas hechadas a perder, por más que limpiábamos y hechábamos cloro o desinfectante o aroma de trapear, el asqueroso olor no se iba. Al fin nos quedamos mi chalán y yo hasta que salió bien el sol, antes de salir y cerrar el changarro, era amanecer del Domingo y trabajabamos de nuevo hasta el Lunes en la noche, dimos gracias por éllo...»
«Por mucho tiempo olvidamos mi chalán y yo ese encuentro, nunca lo vimos de nuevo, trabajé allí como diez años y nunca se repitió ese horrible asunto. Yo de vez en cuando lo recuerdo, sobre todo cuando hay en la ciudad esas terribles temporadas de matanzas, que siempre las ha habido por una u otra causa, y que ocurren así, en temporadas; es entonces cuando me acuerdo, como hoy, por ésta noticia en el periódico».

El radio de comunicación del señor Islas retumbó de repente, sacándonos a los tres del silencio con un tremendo susto que casi me saca el corazón por el... por la garganta; lo requerían al señor Islas en la base del transportista; así que dijo algo como: -Voy pa´llá y se marchó en su viejo tractor; y yo me retiré al interior de la maquila, con esa extraña sensación de haber sabido esa noche algo que no debería de haber sabido nunca; pero que ahora por desgracia ya lo sabía y no lo iba a olvidar...

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