El refri no es generador espontáneo de
alimentos...
...no todos aceptamos de igual manera la realidad de la vida. Algunas
personas por comodidad transcurren durante años sin darse cuenta de que lo que
consumen no es gratis, hasta que un día de pronto pierden al proveedor (o proveedora
universal, como la madre) y entonces se topan de frente con que tienen las
manos vacías y el futuro incierto, y el tiempo es ya menor para delante que
para atrás, y entonces es el momento de pensar que se podrá hacer para
sobrevivir los años que se vienen alocados sobre nosotros, o sobre lo que queda
de nosotros...
...cuando despertó, lo primero que hizo, -claro, después de calzarse
unas confortables chancletas- fue dirigirse a la cocina, allí abrió el refri y
lo que vió lo dejó helado.
El blanco y frío aparato electrodoméstico seguía vacío de alimentos.
Algo andaba mal; por primera vez, en su vida, el refri no contenía
alimentos. De hecho solo había un par de pequeñas cacerolas plásticas con algo
viscoso que alguna vez fue sopa, y había también un lápiz labial que se veía
viejísimo y un tubo de tinte para el cabello que, leyendo la etiqueta, ya había
caducado hacía tiempo.
Pero, faltaban los alimentos. Mientras escuchaba el suave ronroneo del
aparato al encenderse automáticamente, pudo recordar que en ese frío espacio
siempre había comida lista y al alcance de cualquiera.
Recordaba que al llegar a casa, podía ir al refri y echar mano de un
recipiente hermético con algún guisado sobrante de la comida del medio día, o
bien buscar un par de rebanadas de carne fría y prepararse un emparedado.
Hubiera podido encontrar, también, refrescante agua de sabor y podía terminar
con una fruta o una ensalada de verduras casi recién hecha.
Sin embargo, estos últimos días el refri estaba vacío de alimentos.
Se dejó caer pesadamente en un sillón de la sala y empezó a meditar
sobre la situación.
Pensando las cosas más fríamente, había notado la falta paulatina de
alimentos en el refri desde que su señora madre enfermó gravemente y duró un
mes en el hospital; entonces su cuñado se había hecho cargo de hacer la comida
para los cuatro hijos y, generalmente, cocinaba justo lo del consumo diario. No
había sobrantes de las comidas ni otros alimentos que quedaran a la mano en el
refri.
Aquejada por la diabetes y por los males que esa enfermedad le ocasiona
al cuerpo, su señora madre recién había fallecido. Recordando a detalle, los
alimentos habían desaparecido del refri cuando su señora madre se fue de la
casa; primero a las casi diarias visitas al hospital para hacerse la dolorosa
hemodiálisis y luego a los largos periodos de internado cuando sus órganos
internos siguieron, uno a uno, dejando de funcionar debido a la enfermedad.
Los pesados minutos de la tarde pasaron frente a él con una pasmosa
lentitud. Afuera, poco a poco la luz rojiza del atardecer dejó su lugar a las
sombras de la noche.
Pero no se movió del sillón, rumiando en su cerebro lo que acababa de
discernir; el refri no es generador espontáneo de alimentos. Su cuñado (viudo
de quien fuera su hermana) los compraba cada semana y llenaba el refri para que
sus cuatro hijos y su suegra comieran; también era él quien pagaba los
servicios como el agua y el gas; ahora la vida no sería ya tan fácil.
A sus cuarenta y tantos años y, solo, al fin se dio cuenta que la comida
se debe comprar con el dinero producto del trabajo. Ahora se arrepentía de
haber dejado ir el magnífico trabajo que su padre le había conseguido en Pemex,
y se arrepentía de no haber estudiado en otros tiempos, pensaba que ese trabajo
sería eterno.
En
medio de la semioscuridad, el suave ronroneo del refri al encenderse
automáticamente le recordó, de nuevo, que el refri no es generador espontáneo
de alimentos...
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