…domingo en la noche;
había que dejar preparado todo lo que se necesitaba para el día siguiente en lo
particular, y para arrancar la semana en lo general.
Les pregunté a los hijos
si habían terminado sus tareas y si tenían listas sus cosas para la escuela; me
contestaron que sí, pero un momento después, Sebastián, mi niño más pequeño que
está en primaria me dice:
—Papá, que crees, acabo
de recordar que el profe nos encargó para mañana que lleváramos, sin
falta, una historia o un cuento sobre los niños que vivieron en la
prehistoria, en la era del hielo. ¿Te sabes alguna?...
Me le quedé mirando con
ojos de: «¡muchacho de porra!, ¡por las grandes bolas de piedra de
Huitzilopochtli! ¿Cómo es que hasta ésta hora te acuerdas de eso?, tuviste
el viernes, sábado y domingo para…» bueno, bueno, calma, calma…
Por cierto la expresión
utilizada en el exabrupto o soflama fué porque acababa de leer la novela Azteca
de Gary Jennings; altamente recomendable, la novela, no la soflama, y pues, en
ese momento yo estaba todavía algo… influenciado.
Pero como ya las cosas
no estaban para hacer corajes a esas alturas del partido, y no quise echar a
perder en mi estómago la opípara cena que recién terminaba y, además, de
repente se vino a mi mente la historia sobre las pinturas rupestres que mi
madre nos contaba cuando éramos niños.
Por cierto, aclaro
porque uno de los niños lo insinuó:
No, mis hermanos y yo no
fuimos contemporáneos de los niños prehistóricos.
—Recuerdo que la
historia iba más o menos así; Sebastián toma papel y lápiz y escribe…
—No papá, escríbemela en
la compu ¿no?
La cena empezó a girar
en mi estómago en sentido inverso a las manecillas del reloj, pero haciendo un
esfuerzo para mantener la calma, y enfatizándole con la ayuda de un
buen zape para que quedara bien claro, repetí la orden:
—To-ma el &;%$#!!! pa-pel
y el &;%$#!!! lá-piz
y es-cri-be:
El Niño Prehistórico
Este cuento ocurre en la
prehistoria, durante la era del hielo.
Hace mucho frío, el
viento sopla helado por las montañas y por los valles.
Casi nada comestible
queda sobre el blanco manto de la nieve para los hombres prehistóricos; el
único medio de supervivencia para éllos es la caza y, a menudo, había que
cambiar de territorio para encontrarla y con ese clima tan extremo, era difícil
conseguir atrapar algo.
Una fría mañana, el niño
prehistórico quería irse de caza con los demás, tiene mucha hambre, pero no
puede acompañarlos porque es demasiado pequeño para ir hasta donde van a buscar
las presas.
Su madre lo retiene en
la cueva casi a la fuerza, no lo deja salir sólo afuera porque se lo puede
comer algún animal salvaje, como un lobo o un león de montaña que siempre
merodean alrededor del lugar donde viven. A veces el cazador es el cazado.
Mientras esperan el
regreso de los cazadores, las madres quiebran los huesos quemados que quedaron
en la hoguera apagada, para chupar lo de adentro, pero al niño prehistórico no
le gusta el sabor de esos huesos secos ni le gusta chuparlos.
En vez de chuparlos, se
le ocurre soplar a través del hueso, poniendo la mano apoyada en la pared y se
da cuenta entonces de que ha dejado una marca de tizne o carbón en la roca
alrededor de su mano, que se distingue claramente por el contorno gris oscuro
de la ceniza.
El niño prehistórico
repite eso con cuidado y deja su huella marcada en muchas rocas cercanas a la
entrada de la cueva de los suyos.
Cada roca marcada con su
huella, imagina que es una presa cazada, pero poco a poco se va alejando de la
entrada de la cueva.
Se entretiene marcando
dos rocas pequeñas que imagina son dos jabalíes cazados, luego una muy grande
que parece un bisonte y también dos rocas algo menos grandes y se imagina que
cazó dos feroces osos.
A lo lejos, en medio de
la niebla del frío distingue una pieza muy grande y quiere ir a cazarla, claro,
marcándola con las huellas de su mano.
Al acercarse, imita la
técnica de caza de los demás, se acerca sigilosamente y ya está a punto de
marcarla con su mano soplado el hueso cuando esa enorme presa se empieza
lentamente a mover.
El niño corre casi sin
aliento hasta llegar tras una roca, un tambor resuena fuertemente dentro de su
pecho porque vé que la enorme silueta lo sigue lentamente; la gran sombra
difusa medio oculta por la niebla va directo hacia el asustado niño
prehistórico, avanzando como una montaña sin hacer ruido.
Cuando la niebla aclara
un poco, se da cuenta de que es un mamut, el niño prehistórico nunca había
visto a uno vivo tan de cerca.
Tiene mucho miedo al ver
que cada vez se acerca más y más a donde está el niño prehistórico tras la
roca.
Pero el mamut solo se
interesa por un árbol que está cercano; lo toma con su larga trompa y lo
arranca del suelo muy fácilmente como si fuera una hierba, apoyándose en sus
enormes y blancos colmillos.
Escondido tras la roca,
vé como el enorme mamut se alimenta del árbol lentamente, saboreando las hojas
y las ramas tiernas, que fácilmente arranca ayudándose con su gran trompa y llevándoselas
a la boca, masticándolas muy lentamente sin importarle lo que pase a su
alrededor.
Cuando el mamut termina,
se acerca a un grupo de rocas y se queda muy quieto, entonces el niño
prehistórico sale de su escondite pero ya es casi de noche, «el tiempo pasa muy rápido cuando estás muy
entretenido con algún suceso interesante» piensa y se aleja de allí,
caminando hacia atrás muy lentamente para no llamar la atención de la gran
bestia que se pierde pronto en medio de la niebla y de la nieve que cae de
nuevo.
Se dirige hacia la cueva
siguiendo sus huellas en la nieve, que son todavía visibles a la luz de una
luna llena que se asoma en medio de los grises nubarrones.
La pobre madre estaba
muy preocupada por el niño prehistórico y lo recibe con un abrazo a la entrada
de la cueva; con la mirada y un duro gesto lo reprende por haberse alejado del
lugar seguro.
Pero el niño
prehistórico muy agitado se dirige a los demás y trata de decirles que hay una
gran presa para cazar cerca de ahí, que es una montaña de carne, que es un
enorme mamut.
Los hombres de la tribu
habían regresado con las manos vacías de su largo recorrido en busca de presas
que cazar y están todos en torno a la hoguera tratando de calentar sus cansados
cuerpos.
El niño prehistórico les
baila imitando los movimientos y la forma del mamut pero los demás no le
entienden. Entonces toma de la hoguera una rama con la punta quemada y traza en
la pared la figura del mamut; todos se reúnen alrededor del niño prehistórico quien
dibuja con más detalles al gran animal hasta que los demás comprenden de lo que
se trata y a señas le piden al niño prehistórico que los lleve a donde está el
gran mamut.
Todos los cazadores
siguen al niño; afuera está nevando de nuevo y sus huellas se han borrado, pero
el niño prehistórico no necesita ver el suelo, se guía por las marcas de las
manos que dejó en las rocas; recorre el camino siguiendo esas impresiones que
son muy visibles a la claridad que el blanco de la nieve parece iluminar, van en
fila caminando hasta llegar a donde está el mamut, quien descansa en el lecho
de un seco arroyo luego de haberse comido casi todo el gran árbol.
Los cazadores rodean al
mamut y con su técnica de caza en conjunto, pueden así matar al enorme animal.
Al final todos bailan y
gritan de gusto pues ya tienen suficiente comida para aguantar el resto del
invierno.
La madre del niño
prehistórico está muy orgullosa de su hijo.
Todos cooperan para
tomar del animal cada parte que luego utilizaran.
Tienen carne para secar
para alimentarse por mucho tiempo, tienen huesos para construir utensilios y
tienen piel para construir tiendas que los protejan del frío y las madres
pueden hacer ropa y zapatos para todos.
El niño prehistórico se
queda con la cola del mamut y con pelos de la enorme cabeza y construye
pinceles para dibujar en las paredes de la cueva.
Pronto sus dibujos y las
huellas de sus manos pintadas adornan cuevas y rocas, dándole un motivo de
alegría a los demás.
Muchos de esos dibujos y
huellas se han encontrado en las paredes de cuevas y rocas que hoy en la
actualidad todavía existen.
¿Has visto alguna
fotografía donde aparecen ésos dibujos y huellas de manos en las paredes de las
cuevas?
Pues ahora ya sabes cómo
fue que se crearon.
Fin
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