Hace poco escuché una muy muy bonita: “Garigoleado”, (nop, nada tiene que ver con el fútbol, Sorry), era en alusión a unos adornos de madera labrada en un mueble antiguo, muy pesado y por
lo mismo, muy costoso. Y que ya en casa, me puse a investigar para saber su real
significado (el significado de la palabra “Garigoleado”,
no el significado del muy costoso, pasado de moda e inútil ropero, lo de hoy son los “closets”,
porque los roperos ya no caben en las
casas modernas).
“Garigoleo” quiere decir, entonces: “figura de adorno con trazos muy complicados,
con detalles excesivos y muy poco útiles”.
Y por esa bella y acertada descripción me acordé del
joven “Casitas”; aquél señor de mente
maravillosa y memoria prodigiosa pero razonamiento aireado y extraviado que nos
alegraba los recesos entre clase y clase en la Facultad de Química en la UACH.
Hijo él del
“excelente y eminente Profe Casitas”,
quien era el terror de la mayoría de los estudiantes por sus disertaciones y
conferencias casi imposibles de entender que el llamaba “simples clases de Cálculo Integral y Diferencial”.
Pues bien, el tal joven “Casitas” aprovechaba cualquier grupito de estudiantes reunidos para llegar pidiendo un cigarro y demostrarnos su memoria fotográfica, asombrosa, pero ocupada y llena de datos
intrascendentes que nos recitaba a la menor provocación. Del joven “Casitas” se decía que había sido un niño
normal pero que su padre, el “eminente Profe
Casitas” era el culpable de haberle provocado la pérdida de la razón por
forzarlo a ser un matemático ahora sí que “a
fuerzas”; quien sabe, nunca supimos el origen de su desvarío, pero si se le
“iba la onda” bien feo, de repente se
desconectaba de la realidad y le ocurría lo que mi amiga Agnes (mi psicóloga
maquilera de cabecera) llama “Dispersión Caprina”, o séa se le van las cabras al monte y, como digo, se le iban bien feo.
En un momento el joven “Casitas” estaba platicandonos algo, amenamente reunidos afuera del
puestecito de “El Pirata” (en el
puestecito estaba pintado el título ‘El
Capitán’ pero todos le decíamos “El
Pirata” porque el viejito que atendía tenía una pierna de madera, una “pata de palo” pues) y allí estaba el
joven “Casitas” recitándonos un largo
listado de Reinas de Belleza “misses
Universo” o la historia completa y con lujo de detalles y el palmares incluido de tal
equipo de fútbol, o su gran listado de lo que él decía “mis logaritmos preferidos” (no existía entonces el internet, entonces los había memorizado
de la famosa “Tabla de Logaritmos”,
igual de inútil que complicada; obvio hablo de la famosa tabla, no del internet). Y un momento después perdía
el contacto con la realidad y se desconectaba por completo del entorno;
entonces se iba y deambulaba hablando para sí mismo mil incoherencias y frases
sin sentido, sin sentido para nosotros, pero para él algo significaban, pues
las vivía en un propio universo o en su propio plano existencial tan diferente
y tan lejano del nuestro, tan diáfano, tan común y tan corriente.
Una de las guasas preferidas de los estudiantes era
que le pedíamos que nos hiciera, o nos inventara una “firma” propia, entonces le decíamos:
Yo: -Oye “Casitas”,
créame una firma por fas.
Y contestaba el joven “Casitas”, abriendo muchos los ojos y gesticulando excesivamente con
sus manos: -“Muy bien, muy bien ¿eh? ¿pos
cómo te llamas? ¿eh tú? ¿pos cómo te llamas?”
Yo: -“Pos Artu
López de la Rosa”.
Y decía: “Muy
bien, ¿eh? Muy bien, don ‘Pos Artu López de la Rosa’, ahí te vá…” –y levantaba las manos al aire… todos los
concurrentes estábamos con la risa contenida, esperando el resultado tan conocido
y siempre tan igual.
Yo: -“Sale ¿eh? “Casitas”,
pero que sea una firma bien “Garigoleada” ¿Okey “Casitas”?, ¿Okey, eh “Casitas”?
Bien bien “Garigoleada” eh “Casitas”…
recuerda “Casitas”, bien bien “Garigoleada” ¿eh? ¿eh?”
Y el pobrecillo joven “Casitas” figuraba entonces una complicada rubrica que le tomaba
minutos en hacer. Iba y venía haciendo trazos invisibles en el aire; daba
vueltas y vueltas siguiendo el rasgueo de la pluma que sólo él podía ver;
saltaba para alcanzar una línea alta y se inclinaba luego hasta llegar al suelo
para dibujar un giro bajo. Todo en el aire. Tras su ímprobo trabajo, obvio no
quedaba nada, absolutamente nada, solo las risas de burla de todos los
concurrentes...
A veces me pregunto si no soy yo ese joven “Casitas”.
Me pregunto a veces si no me habré pasado la vida
haciendo sólo “Garigoleos” en el aire,
donde luego no queda nada, donde luego sólo quedan las risas de burla de todos
los concurrentes…
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