Primera denuncia: asalto a mi niño de doce años…
El martes 25 de octubre del 2010 a las 07:40hrs, en la esquina de las
calles Fresno y la privada de Velázquez de León en la colonia Granjas, de
camino a la escuela primaria, un cobarde sujeto "fulanito" (como mi
niño lo describe: chamarra amarilla con letras blancas, gorra gris o blanca
sucia, pantalón de mezclilla “grande” y zapatos tenis blancos viejos, como de
25-30 años de edad) amagó con un cuchillo a mi hijo de doce años, le quitó $
15.00 (quince pesos que llevaba para gastar en la escuela) y su teléfono
celular y lo peor de todo, le robó para siempre la inocencia de su niñez,
arrojándolo prematuramente al mundo de la violencia y de la falta de seguridad
que padecemos en esta pobre ciudad, otrora una de las más aburridas del país.
Se regresó a casa llorando y muy asustado me llamó al trabajo; salí de
inmediato y en el camino llamé al 066 “urgencias” para pedir una unidad
policiaca; llegué a la mentada esquina esperando la patrulla.
Esa esquina es un lote baldío, junto a un arroyo canalizado donde se
juntan un grupo de malvivientes que a diario consumen alcohol y drogas desde
muy temprana hora hasta muy tarde en la noche, todos los días y desde hace años
se han reunido ahí sin que nadie los moleste o los disperse (hasta ahora, hasta
ahora).
Los malvivientes, seis, al verme en la esquina llamando por celular se
alejaron por diferentes rumbos.
A la media hora volví a llamar a “urgencias” porque la unidad policiaca
no llegaba y me dijeron que ya iba para allá; tardó más de 45 minutos en llegar
una patrulla con un oficial muy joven, gordo y bueno para nada.
Le denuncié al oficial lo que pasó y le reclamé la tardanza y me dijo
que no había acudido porque “los había agarrado en el cambio de turno”.
Le comenté que la famosa y tan cacareada Dirección de Seguridad Pública
Municipal, multi certificada por CALEA y demás yerbas, debería publicar un
aviso que diga algo más o menos así:
“Les rogamos de la manera más
atenta a los delincuentes que por favor se abstengan de cometer ilícitos de las
07:00 hrs hasta las 09:00 hrs porque a esas horas de la madrugada “–estamos en
cambio de turno”; por su fina atención a este aviso, les damos las gracias”.
No le pareció nada gracioso mi comentario, me dijo que a él le acababan
de llamar por radio para pedirle que acudiera, que no le indicaron el motivo.
Me dijo también que iban a estar dando rondines las patrullas del sector para
evitar que se reunieran de nuevo allí los malvivientes “–de una vez por todas y por haber asaltado ahora a un niño, cosa que
antes no hacían, al menos no que sepamos”–dijo muy convencido.
Mejor me retiré con el coraje dándome vueltas en el estómago, fui a mi casa
a calmar y a consolar a mi hijo; media hora después pasé por el mismo lugar
para ir a la escuela a reportar el incidente y ahí estaban de nuevo reunidos
los teporochos como si nada hubiera pasado.
De la escuela regresé a casa para llamar a Derechos Humanos y pedir
asesoría y seguían los malvivientes en el lugar, les llamé porque vi que el
niño tenía un golpe en la cara que yo no había visto y él no me había dicho;
obvio que de la presencia policiaca ni sus luces, a lo mejor era la hora del
almuerzo para ellos.
Fui a la PGJ (que ya no se
llama así) a la 25 y canal a poner la denuncia.
Ahí tuve otra mala experiencia por la prepotencia y por el valemadrismo
de los encargados de dar el servicio en la “Fiscalía General del Estado”,
como ahora se llama; nuevo flamante nombre, mismo pésimo servicio como toda la
vida, narro lo sucedido allí:
A la entrada del edificio, tomas una ficha y esperas turno, luego hay
una serie de personas que te llaman para que les expreses el asunto a tratar;
le dije a la encargada: asalto con cuchillo a un niño de 12 años, un golpe en
el rostro, le quitaron su celular; ella lo anotó en un formato y me mandó con
una licenciada a otro escritorio donde me iban a redactar la denuncia.
Llegué con la licenciada y sobre el escritorio estaba sentado un
ministerial con la metralleta en las piernas; con cara de padrote tomó el
escrito y lo medio leyó, lo aventó al escritorio y me dijo:
–Qué… asalto… muy valioso tu celular que te quitaron o qué– me dijo
burlonamente.
Agarro el escrito, el coraje todavía dándome vueltas en el estómago y se
lo aviento:
–Léele bien, no fue a mí, fue a mi niño de 12 años; yo me defiendo, él
no puede con un burro de tu vuelo.
Ya cambió la cosa, lo toma, lo lee de nuevo:
–A cabr… a un niño… ¿sabes quién fue para irles a partir su mad…?
Fuimos una Agente Ministerial mujer, él y yo a interrogar a los
teporochos que seguían como si nada consumiendo alcohol a la sombra del árbol
como lo han estado haciendo sin molestia alguna durante años.
Había doce de ellos de diferentes edades, los pusieron a todos contra la
pared a punta de patadas y a mentadas de madre y los revisaron; les preguntó la
Ministerial si sabían de un asalto ocurrido allí esa mañana; contestó uno con
voz aguardientosa:
–Nosotros semos alcohólicos “señito”,
no asaltantes y menos a un niño…
–¿Quién te dijo que asaltaron a un niño, jijo de toda tu…? –le dijo la
Ministerial y a golpes lo subió a la troca mientras le espetaba una buena lista
de improperios, floridos unos, escatológicos otros.
–¿Alguien más sabe lo del asalto al niño?– les grita fuertemente pegada
a las orejas de cada teporocho.
–Ahora me dicen quién fue bola de pend... o me los cargo a todos– la
buenísima onda la Ministerial, que fue quien llevó toda la operación, el
Ministerial estaba de apoyo y estuvo a un lado, dejándola hacer.
Pero ya nadie más habló y al no encontrar más evidencias del asalto, los
agentes se retiraron llevándose al que soltó la sopa; la Ministerial me dió una
tarjeta y me dijo que luego me llamaba para darme noticias.
Ahora tengo que buscar una manera diferente de mandar a mi hijo a la
escuela, ida y vuelta, y tengo que cuidarme de posibles represalias por
haberles denunciado y mandarles a la policía a molestarlos. Ahora tengo que
buscar otro camino de pasada lejos de ese punto de reunión intocable de los
malvivientes.
Del daño emocional a mi niño de doce años ni hablar; espero que se pueda
recuperar pronto y que se haga a la idea de que la violencia campea en la
ciudad sin que la policía haga nada para detenerla; y que ni siquiera un niño
de doce años puede acudir a la escuela primaria con seguridad, expuesto a los
peligros de esos cobardes asaltantes que solo se pueden meter con niños para
comentar sus fechorías.
A la primera oportunidad meto a mis hijos a estudiar defensa personal.
Unos días después me llamó la Ministerial:
–Te tengo dos noticias, una buena y otra mala– me dijo.
–No pos’échale. Le contesto.
–La buena es que el teporocho nos dijo quien asaltó a tu niño, es… fulanito
de tal… y lo encuentras en tal parte, frecuentemente acompañado de zutanito de
tal y de perenganito de tal…
–La mala es que ya me mandaron para Cd. Juárez y no te puedo ser de más
ayuda; así que tú te la tienes que rifar solo, ¿cómo la ves?
Le agradecí la información y pues sí, me la rifé solo: primero fulanito,
luego zutanito y después perenganito para que se den cuenta de que ya no es tan
fácil como ellos creen; y bien dicen que la venganza es un plato que se sirve
frío… ya no se reúnen los teporochos en ese lugar, al menos hasta que se les
pase el susto, además de que les quemé el lugar de reunión.
Allí hubiera acabado la historia si no es porque a las dos semanas
asaltaron a mi otro hijo, en un parque de la Jose María Iglesias y Nogal cuando
venía de la casa de un compañero un sábado a las 21:00 hrs, dos chavalillos lo
amagaron con una pistola (que después descubrí que era de juguete aunque
parecía de verdad) le robaron el cell, los lentes, la cartera (que fue lo único
que recuperé) y la sudadera (ajá, adivinaron: la Aéropostale del pasito) y ahí
voy de nuevo: llamé al 066 para reportar el asalto, esperé los 45 minutos de
rigor para que llegara la patrulla con el oficial gordito y bueno para nada,
puse mi queja que anotó en una grasienta libreta y le pedí información sobre
quienes pudieran ser los jijos de su…
–Pos’ si sabemos ¿sabe?, pero son dos chavalillos que no hemos podido
agarrar ¿sabe? de ahí de la colonia Frailes junto al templo de san Antoño siñor
¿sabe?…
–Pues
ya voy agarrando práctica…
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