jueves, 3 de febrero de 2011

una mala experiencia en una ciudad que alguna vez fue un ranchote...


Primera denuncia: asalto a mi niño de doce años…
El martes 25 de octubre del 2010 a las 07:40hrs, en la esquina de las calles Fresno y la privada de Velázquez de León en la colonia Granjas, de camino a la escuela primaria, un cobarde sujeto "fulanito" (como mi niño lo describe: chamarra amarilla con letras blancas, gorra gris o blanca sucia, pantalón de mezclilla “grande” y zapatos tenis blancos viejos, como de 25-30 años de edad) amagó con un cuchillo a mi hijo de doce años, le quitó $ 15.00 (quince pesos que llevaba para gastar en la escuela) y su teléfono celular y lo peor de todo, le robó para siempre la inocencia de su niñez, arrojándolo prematuramente al mundo de la violencia y de la falta de seguridad que padecemos en esta pobre ciudad, otrora una de las más aburridas del país.
Se regresó a casa llorando y muy asustado me llamó al trabajo; salí de inmediato y en el camino llamé al 066 “urgencias” para pedir una unidad policiaca; llegué a la mentada esquina esperando la patrulla.
Esa esquina es un lote baldío, junto a un arroyo canalizado donde se juntan un grupo de malvivientes que a diario consumen alcohol y drogas desde muy temprana hora hasta muy tarde en la noche, todos los días y desde hace años se han reunido ahí sin que nadie los moleste o los disperse (hasta ahora, hasta ahora).
Los malvivientes, seis, al verme en la esquina llamando por celular se alejaron por diferentes rumbos.
A la media hora volví a llamar a “urgencias” porque la unidad policiaca no llegaba y me dijeron que ya iba para allá; tardó más de 45 minutos en llegar una patrulla con un oficial muy joven, gordo y bueno para nada.
Le denuncié al oficial lo que pasó y le reclamé la tardanza y me dijo que no había acudido porque “los había agarrado en el cambio de turno”.
Le comenté que la famosa y tan cacareada Dirección de Seguridad Pública Municipal, multi certificada por CALEA y demás yerbas, debería publicar un aviso que diga algo más o menos así:
Les rogamos de la manera más atenta a los delincuentes que por favor se abstengan de cometer ilícitos de las 07:00 hrs hasta las 09:00 hrs porque a esas horas de la madrugada “–estamos en cambio de turno”; por su fina atención a este aviso, les damos las gracias”.
No le pareció nada gracioso mi comentario, me dijo que a él le acababan de llamar por radio para pedirle que acudiera, que no le indicaron el motivo. Me dijo también que iban a estar dando rondines las patrullas del sector para evitar que se reunieran de nuevo allí los malvivientes “–de una vez por todas y por haber asaltado ahora a un niño, cosa que antes no hacían, al menos no que sepamos”–dijo muy convencido.
Mejor me retiré con el coraje dándome vueltas en el estómago, fui a mi casa a calmar y a consolar a mi hijo; media hora después pasé por el mismo lugar para ir a la escuela a reportar el incidente y ahí estaban de nuevo reunidos los teporochos como si nada hubiera pasado.
De la escuela regresé a casa para llamar a Derechos Humanos y pedir asesoría y seguían los malvivientes en el lugar, les llamé porque vi que el niño tenía un golpe en la cara que yo no había visto y él no me había dicho; obvio que de la presencia policiaca ni sus luces, a lo mejor era la hora del almuerzo para ellos.
Fui a la PGJ (que ya no se llama así) a la 25 y canal a poner la denuncia.
Ahí tuve otra mala experiencia por la prepotencia y por el valemadrismo de los encargados de dar el servicio en la “Fiscalía General del Estado”, como ahora se llama; nuevo flamante nombre, mismo pésimo servicio como toda la vida, narro lo sucedido allí:
A la entrada del edificio, tomas una ficha y esperas turno, luego hay una serie de personas que te llaman para que les expreses el asunto a tratar; le dije a la encargada: asalto con cuchillo a un niño de 12 años, un golpe en el rostro, le quitaron su celular; ella lo anotó en un formato y me mandó con una licenciada a otro escritorio donde me iban a redactar la denuncia.
Llegué con la licenciada y sobre el escritorio estaba sentado un ministerial con la metralleta en las piernas; con cara de padrote tomó el escrito y lo medio leyó, lo aventó al escritorio y me dijo:
–Qué… asalto… muy valioso tu celular que te quitaron o qué– me dijo burlonamente.
Agarro el escrito, el coraje todavía dándome vueltas en el estómago y se lo aviento:
–Léele bien, no fue a mí, fue a mi niño de 12 años; yo me defiendo, él no puede con un burro de tu vuelo.
Ya cambió la cosa, lo toma, lo lee de nuevo:
–A cabr… a un niño… ¿sabes quién fue para irles a partir su mad…?
Fuimos una Agente Ministerial mujer, él y yo a interrogar a los teporochos que seguían como si nada consumiendo alcohol a la sombra del árbol como lo han estado haciendo sin molestia alguna durante años.
Había doce de ellos de diferentes edades, los pusieron a todos contra la pared a punta de patadas y a mentadas de madre y los revisaron; les preguntó la Ministerial si sabían de un asalto ocurrido allí esa mañana; contestó uno con voz aguardientosa:
–Nosotros semos alcohólicos “señito”, no asaltantes y menos a un niño…
–¿Quién te dijo que asaltaron a un niño, jijo de toda tu…? –le dijo la Ministerial y a golpes lo subió a la troca mientras le espetaba una buena lista de improperios, floridos unos, escatológicos otros.
–¿Alguien más sabe lo del asalto al niño?– les grita fuertemente pegada a las orejas de cada teporocho.
–Ahora me dicen quién fue bola de pend... o me los cargo a todos– la buenísima onda la Ministerial, que fue quien llevó toda la operación, el Ministerial estaba de apoyo y estuvo a un lado, dejándola hacer.
Pero ya nadie más habló y al no encontrar más evidencias del asalto, los agentes se retiraron llevándose al que soltó la sopa; la Ministerial me dió una tarjeta y me dijo que luego me llamaba para darme noticias.
Ahora tengo que buscar una manera diferente de mandar a mi hijo a la escuela, ida y vuelta, y tengo que cuidarme de posibles represalias por haberles denunciado y mandarles a la policía a molestarlos. Ahora tengo que buscar otro camino de pasada lejos de ese punto de reunión intocable de los malvivientes.
Del daño emocional a mi niño de doce años ni hablar; espero que se pueda recuperar pronto y que se haga a la idea de que la violencia campea en la ciudad sin que la policía haga nada para detenerla; y que ni siquiera un niño de doce años puede acudir a la escuela primaria con seguridad, expuesto a los peligros de esos cobardes asaltantes que solo se pueden meter con niños para comentar sus fechorías.
A la primera oportunidad meto a mis hijos a estudiar defensa personal.
Unos días después me llamó la Ministerial:
–Te tengo dos noticias, una buena y otra mala– me dijo.
–No pos’échale. Le contesto.
–La buena es que el teporocho nos dijo quien asaltó a tu niño, es… fulanito de tal… y lo encuentras en tal parte, frecuentemente acompañado de zutanito de tal y de perenganito de tal…
–La mala es que ya me mandaron para Cd. Juárez y no te puedo ser de más ayuda; así que tú te la tienes que rifar solo, ¿cómo la ves?
Le agradecí la información y pues sí, me la rifé solo: primero fulanito, luego zutanito y después perenganito para que se den cuenta de que ya no es tan fácil como ellos creen; y bien dicen que la venganza es un plato que se sirve frío… ya no se reúnen los teporochos en ese lugar, al menos hasta que se les pase el susto, además de que les quemé el lugar de reunión.
Allí hubiera acabado la historia si no es porque a las dos semanas asaltaron a mi otro hijo, en un parque de la Jose María Iglesias y Nogal cuando venía de la casa de un compañero un sábado a las 21:00 hrs, dos chavalillos lo amagaron con una pistola (que después descubrí que era de juguete aunque parecía de verdad) le robaron el cell, los lentes, la cartera (que fue lo único que recuperé) y la sudadera (ajá, adivinaron: la Aéropostale del pasito) y ahí voy de nuevo: llamé al 066 para reportar el asalto, esperé los 45 minutos de rigor para que llegara la patrulla con el oficial gordito y bueno para nada, puse mi queja que anotó en una grasienta libreta y le pedí información sobre quienes pudieran ser los jijos de su…
–Pos’ si sabemos ¿sabe?, pero son dos chavalillos que no hemos podido agarrar ¿sabe? de ahí de la colonia Frailes junto al templo de san Antoño siñor ¿sabe?…
–Pues ya voy agarrando práctica…


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