martes, 20 de octubre de 2015

Obsesión


En la reunión de "La Cofradía Rockera", platico con mi amiga Agnes, Psicóloga; me dice que no "Sicóloga", porque ella afirma que eso significa "estudiosa de los higos", del griego "sycon" que significa higos. 
Pues bien, ella trabaja en Recursos Humanos de una maquiladora, ante la imposibilidad de colocarse en alguna institución donde poder aplicar su "Psicología Clínica" como era su anhelo cuando terminó su carrera; pero es sabido que el sueldo es una necesidad primaria, que muchas veces tapa con el velo del olvido los soñadores anhelos de aplicar, aunque sea a bajo costo, el propósito principal que abrazamos cuando emprendimos con esperanzas y mil planes futuros alguna carrera académica; pero advierto que me he alejado de mi relato; ahora lo retomo... 
En el ambiente, huele fuerte el picante olor de la carne asada, alguien a puesto una botella de cerveza en nuestras manos y a buen volumen se escucha la formidable "Pirates" de Emerson, Lake & Palmer, en la parte donde la orquesta sinfónica de Montreal suena de excelente forma con sus más de cincuenta integrantes: 

"Who'll drink a toast with me
I give you liberty
This town is ours - tonight..."

Excelente la letra y son más de 13 minutos de rock progresivo sinfónico de la mejor calidad.
Un vistazo rápido alrededor y nos percatamos de algo que ya es una fea costumbre generalizada en cualquier reunión; todo mundo pegado a su teléfono celular y pocos, muy pocos, platicando persona a persona. Meneo mi cabeza como signo de desaprobación.
"-¡Si, muy fea costumbre esa!"-Me lee la mente Agnes en voz alta, paseando la mirada por el local; algunos compañeros de "La Cofradía Rockera" voltean a verla y algunos sonríen y dejan a un lado la tecnología, para volver a ella en cuanto pasamos de largo.
"-Extraño los tiempos cuando no había ese daño colateral de la tele tecnología" -Opino yo-. "-Se ha vuelto una verdadera obsesión, sobre todo para los jovenzuelos imberbes, pero sobre todo para las chicas, el mundo actual está invadido de chicas promedio pegadas literalmente al chat por celular", -Termino así mi sesuda opinión-. "-Extraño cuando las obsesiones eran otras, naturales, enfermas, diáfanas, tangibles, verdaderas". 
Tomamos asiento y algún enfermo nostálgico pone, de Black Sabbath, "Paranoid":

"All day long I think of things
but nothing seems to satisfy
think I'll lose my mind
if I don't find something
to pacify..."

"-Te voy a contar, Artu querido, sobre una prima que tiene una obsesión real, verdadera y natural" -Me platica Agnes, y continúa: "-Saber de ella y de su obsesión, le da frescura a este mundo de contaminación chatera electrónica, 'ora veras"...
Y tomé nota mental, para contársela a ustedes:

...Ahora Bob estaba muerto:
“-Dale, Señor, el descanso eterno, y alumbre para él la luz perpetua...
Aunque estaba alejada de la iglesia no se sintió mal al recitar esa oración. Bob la merecía, y a ella le salió del corazón decirla.
Sin embargo no pudo contener una sonrisa al preguntarse si se podría descansar eternamente estando encendida aquella “luz perpetua”, que por ser perpetua debía ser bastante intensa y molesta.
Sonrió otra vez al recordar lo que le decía su mamá cuando de niña le hacía preguntas como ésa acerca de cosas de la religión: “-Eres una herejilla...
Luego recordó: “...A Bob no le gustaba dormir con luz...
En la cama, dormido a su lado, se despertaba de inmediato si ella encendía la lámpara del buró para leer y disipar su insomnio. Antes de volverse al otro lado y seguir durmiendo le dirigía una mirada de reproche que a veces la divertía y otras veces la apenaba.
...Ahora estaba muerto. 
Ya no la miraría así, ni en ninguna otra forma. Le dolió pensar tal cosa.
Desde que Bob se fue casi todos los pensamientos le dolían. Sentía la soledad como se siente un dolor físico. No sólo le dolía en el alma: le dolía en la carne, en los huesos, en la sangre. Era como un dolor de muelas, pero en todo el cuerpo.
...La soledad. Jamás le había temido, y ahora se levantaba ante ella como una sombra que la amenazaba. Cuando el miedo a estar sola la oprimía fijaba la mirada en el retrato de Bob que había puesto en la recámara un día después de su muerte.
Otra foto de él tenía en la sala, tomada en días felices, cuando el espectro de la muerte aún no llegaba a sus vidas. Ahí estaba, con esos ojos que la seguían a todas partes y aquella expresión misteriosa con la cual parecía decirle sin palabras: “Yo sé algo que no sabes tú...
Lo extrañaba. Le hacía falta su compañía. Ahora se daba cuenta de que lo había necesitado más que él a ella.
Bob era tan independiente, tan dueño de sí mismo. Jamás le pedía nada; recibía su amor como algo que le era debido. A ella eso no la molestaba. Toda su vida había estado en posición de dependencia. Había acabado por desarrollar un sentimiento de sumisión que tenía algo de agradable: le daba la sensación de ser protegida; le quitaba la responsabilidad de tener que proteger.
Siempre le habían gustado los machos dominantes. ¡Y vaya que Bob actuaba como tal! Su actitud distante, desdeñosa; la indiferencia -que a veces a ella le parecía estudiada- con que aceptaba sus caricias. Eso la hacía sentirse niña sometida a un padre; esclava sometida a su señor.
No ignoraba que ese sentimiento tenía algo de sensual: había mujeres que encontraban placer en ser dominadas, y gustosamente se sometían a humillaciones, y aun a maltratos físicos, por parte de su pareja.
Desde luego la situación con Bob era distinta. Pero igual se sentía dominada por él, y eso le gustaba, y aun a veces se sentía feliz por los aires de rey que él se daba.
Ahora estaba muerto, y su ausencia le pesaba como una piedra grande que le hubiesen puesto de pronto sobre la espalda para que la llevara.
Ahora estaba muerto: “-Dale, Señor, el descanso eterno, y alumbre para él la luz perpetua...
Pensó si cuando a ella le llegara el eterno descanso lo volvería a ver en otro mundo a la luz de aquella luz que nunca se apagaba.

En ese pensamiento estaba cuando llegó su prima, que iba a pasar con ella algunos días.
Aunque aquello era un poco molesto -cualquier cosa que alterara su rutina la sacaba de quicio- pensó que la presencia de la visitante la apartaría un poco de estar pensando continuamente en Bob.
La acomodó en su cuarto, y luego la llevó a la sala y le ofreció un café.
Charlaron de cosas intrascendentes. ¿Cómo te ha ido? ¿Qué ha sido de fulana? ¿Te acuerdas de?...
Era más un monólogo de la prima que una charla, hasta parecía un molesto interrogatorio.
Su mente divagaba mientras medio escuchaba y eso provocaba que su mirada se dirigiera hacia la foto de Bob.
En una pausa de la conversación la prima paseó la vista a su alrededor. Miró el retrato de sus padres y dijo que los recordaba bien. Tan buenos que fueron siempre, etcétera.
Vió fotografía tras fotografía preguntando todo.
“-¿Quiénes son éstas?...”
“-Son unas amigas con las que fui a Acapulco hace unos años”.
La prima miró otro retrato que inexplicablemente pareció divertirla. Preguntó con una sonrisa:
“-Y éste... ¿Quién es?”.
Respondió ella tratando de que su voz no mostrara su tristeza:
“-Este es Bobmi Gato…”


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