Hay submundos por todos lados, en todos los ámbitos humanos, grupos humanos (no sectas o tribus, aclaro) que tienen sus propias maneras de compartir sus aficiones sin siquiera asomarse al mundo comercial, mediático y consumista que todos los días se mueve públicamente en la cotidianidad.
De repente son descubiertos por alguien y se transforman en noticia de impacto, pero generalmente permanecen en la semi oscuridad y en el “bajo perfil”. A menudo solo son conocidos por un reducido grupo de gente que viven en ellos o a su alrededor sin hacerse notar.
Los hay dentro de las disciplinas artísticas donde pintores, músicos, poetas, escritores, deleitan a su muy particular y escogido público consumidor con una clase de arte que rara vez llega al grueso de la gente de la calle.
Viven en el submundo cultural y hacen todo lo posible para permanecer al margen y no trascender, conformándose con el consumismo controlado dentro de los bien demarcados “círculos subterráneos de influencia cultural”. Aún con la difusión abiertamente pública del internet, si no se sabe buscar, no se encuentra mucha información que esos submundos publican e intercambian entre los ávidos integrantes.
Hay también submundos de la ilegalidad, la delincuencia y el terrorismo y en estas fechas un evento de esta naturaleza me dio la idea de este post acerca de los mentados submundos, cuando el domingo primero de mayo se coló por todos lados y casi en vivo la noticia de que habían asesinado al líder terrorista Osama Bin Laden, evento efectuado por un comando de élite del ejército norteamericano.
Estaba viendo por televisión un juego de beisbol de los yanquis de Nueva York cuando de pronto la gente en las graderías espesó a gritar mientras miraban sus teléfonos celulares; tal acción descontroló incluso a los jugadores y a los comentaristas quienes no sabían porqué la gente actuaba de esa manera y todos empezaban a corear el ¡Ameeerica! ¡Ameeerica!. Hasta que les avisaron a los comentaristas de sus televisoras de la noticia. Fue un evento asombroso, algo que nunca me había tocado presenciar en vivo, aún siendo asiduo televidente.
Me hizo recordar un micro cuento que escribí por el 2005 en un club de lectores-escritores por internet en una página muy famosa de distribución de libros usados. Se llama el tal micro relato: ¿Desaparecido? Y está más abajo en este post y debo decir que en esos tiempos, recibí múltiples y multinacionales muestras de elogios por ese micro cuento; o era el momentum o como bien dice usted: “nadie es profeta en su tierra”.
Así que contrario a lo que se creía, Osama Bin Laden es encontrado en Pakistán viviendo cómodamente en una mansión cuando era buscado en las cuevas perdidas de las agrestes serranías de Afganistán. En una operación encubierta digna de una película de espías de bajo presupuesto, fue asesinado mientras la escaramuza era seguida en vivo por el gobierno de estadounidense comandado por el presidente Obama y sus allegados en el gobierno, hay una serie de famosas fotografías de este seguimiento circulando por el internet; ese domingo, una vez más, fui protagonista de primera mano de la historia.
En la literatura hay un submundo muy interesante: el de los mini relatos, los microcuentos, las brevísimas historias.
Quizá la más famosa y conocida es la mini composición:
El Dinosaurio:
«Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí.»
Considerado por mucho tiempo el relato más corto jamás publicado en lengua española. Es del escritor hondureño Augusto Monterroso, nacido en Tegucigalpa en 1921 y avecindado en México desde 1944 por motivos políticos, falleció en el D.F. en el 2003. Este micro cuento a sido muy utilizado actualmente, sobre todo en los medios periodísticos en estos últimos tiempos de resurgimiento del Dinosaurio político por antonomasia, el Renacimiento del Dinosaurio Priista.
El mexicano Luis Felipe Lomelí escribió un cuento aún más corto, publicado en el 2005:
El Emigrante:
«¿Olvida usted algo? ̶ ¡Ojalá!»
Haciendo ejercicios literarios, pongo a continuación algunos mini cuentos y micro relatos:
¿Desaparecido? (mío):
«Desde el mirador del alto edificio, y viendo el mundo a sus pies, pensó complacido:
̶ Es la total libertad, sin duda, uno de los mayores placeres gratuitos que da la vida. ¿Cómo la conseguí? Toda mi familia: directa y política, mis amigos y lo que era mi círculo social, siguen pensando que morí en el atentado a las Torres Gemelas de Nueva York ese 11 de septiembre del 2001.»
La Mano: (de Aldo Luis Novelli en el blog quimicamenteimpuro.blogspot):
«Tomé delicadamente su mano, la acaricié con ternura, me la acerqué al rostro para sentir su tibieza y como en un juego infantil, le separé apenas los dedos, contándolos en voz alta:
̶ Uuunooo… dooos… treees…
Cuando me escuché pronunciar el número catorce, A T E R R O R I Z A D O salí corriendo.»
Senderos Olvidados (de Eduardo Humberto Díaz Rojas):
«Mi tía Eduvigis se pone maquillaje y ya no le pesan los años. Corrige en su rostro caminos que ella desconocía. Mi tía Eduvigis se pone maquillaje con tal vehemencia hasta no quedar nada de ella. Retoca sus cejas y borra surcos y grietas que alguien dejó para siempre olvidadas. "Lo hago para mirar el sol sin vergüenza", se dice a sí misma. Para ella , lo esencial es guardar su cara fatigada en el armario, luego pedir al espejo su aprobación y que le guarde el secreto. Por último, se convence que si el viento no ondula su pelo al salir en la mañana es porque ya la desconoce.
Tal vez se venia preparando desde hace ya mucho tiempo, recuerdo que cuando barría su casa solía guardar la basurilla debajo de la alfombra.»
Tal vez se venia preparando desde hace ya mucho tiempo, recuerdo que cuando barría su casa solía guardar la basurilla debajo de la alfombra.»
Felinos (de don Juan José Arreola):
«Si no domesticamos a todos los felinos fue exclusivamente por razones de tamaño, utilidad y costo de mantenimiento. Nos hemos conformado con el gato, que come poco.»
Cláusula III (otro de don José Arreola):
«Soy un Adán que sueña con el paraíso, pero siempre me despierto con las costillas intactas.»
Para Mirarte Mejor (de Juan Armando Epple):
«Aunque te aceche con las mismas ansias, rondando siempre tu esquina, hoy no podríamos reconocernos como antes. Tu ya no usas esa capita roja que causaba revuelos cuando pasabas por la feria del Parque Forestal, hojeando libros o admirando cuadros, y yo no me atrevo ni a sonreírte, con esta boca desdentada.»
El Globo (de Miguel Saiz Alvarez):
«Mientras subía y subía, el globo lloraba al ver que se le escapaba el niño.»
El Hombre, ¿sabio? (mío):
«El hombre sabio abrió las puertas de su cabaña de ermitaño y se encontró de frente con un hombre en extremo delgado y con grandes ojeras.
̶ ¿Me reconoce? ̶ preguntó el hombre que daba la apariencia de cargar un enorme peso sobre sus escuálidas espaldas.
̶ Fui alumno suyo hace años. Usted me enseñó lo que tenía que hacer para solucionar los misterios del universo y conocer el sentido de la vida.
̶ Lo recuerdo. ̶ Dijo el hombre sabio. ̶ ¿En qué puedo ayudarte ahora?
̶ Me preguntaba. ̶ Dijo con un asomo de angustia en el rostro. Si podría enseñarme a olvidar todo lo que he averiguado.»
Don Armando Fuentes Aguirre, Catón, es un verdadero maestro en el fino arte del mini cuento humorístico. Es un placer leer la columna diaria que publica en muchos periódicos del país (la única razón por la que de vez en cuando compro El Diario de Chihuahua) o en internet. Aquí pongo unos cuantos de ellos para relajar un poco la espesa bruma ambiental que se genera a nuestro alrededor cuando se respira un poco de cultura:
«El señor y la señora estaban en la cama. Élla leía una revista de espectáculos, él se aburría viendo una vieja película en la televisión. De pronto el señor se vuelve hacia su esposa y le dice con tristeza: “A veces me pregunto qué fue de nuestra vida sexual”. Responde la señora, sin dejar de leer la revista de espectáculos: “No sé la tuya. La mía se fue hace una semana de la ciudad”.»
«Astatrasio Garrajarra, ebrio con su itinerario, fue a una fiesta e invitó a bailar a una señora. “Se vé usted bien borracho” ̶ le dice ella. “Es usted muy amable, hermosa dama ̶ contesta Garrajarra. Y sobrio me veo mejor”»
Babalucas: «Babalucas llegó a una farmacia. Traía vendada la cabeza. Le pide al farmacéutico: “Me da una inyección antibritánica”. El hombre de la farmacia lo corrige: “Querrá usted decir ‘antitetánica’”. “La quiero antibritánica -insiste Babalucas-. El golpe me lo dieron con una llave inglesa, no con una teta”»
Frases: «El famoso pintor toma su pincel y su paleta y le pide a la modelo: “Y ahora ¿qué tal una ligera sonrisita, doña Gioconda?”»
Crucigrama: «El señor estaba haciendo un crucigrama. Tuvo una duda, y le pidió a su esposa: «Dime: `Atributo de la mujer, en cuatro letras’. La palabra termina en -oño». Sin vacilar responde ella: «Moño». «Ah, sí -dice el marido-. ¿Tienes un borrador?».
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