Largo tiempo sin vernos. Así que nos cruzamos la calle para entrar a un bar a platicar venturas y desventuras.
Miguelón me notificó que había fallecido su ya muy anciano tío Don Joselo "El Profe" en su querida Sierra Tarahumara. Un mes antes se había adelantado su esposa Doña Conchita, ambos de muerte natural por su muy avanzada edad...
Recordamos las veces que nos fuimos de excursión a los siempre bellos bosques de pinos, a la Cascada de Basaseachi, y en especial cuando visitamos a "El Profe" en Creel, en aquella ocasión que estuvo muy grave por una rara y maligna enfermedad, y su casi mágica cura milagrosa...
Les platico:
Don Joselo "El Profe", era un cincuentón pariente de nuestro compañero de aventuras, el Miguelón.
Tenía en Creel una bodeguita de mercancías que llevaba desde la capital y luego las revendía a las tienditas en los pueblos y rancherías alejadas en la tan extensa Sierra Tarahumara.
Cuando íbamos de excursión a la Sierra, nos dejaba quedarnos en la bodeguita; bien envueltos en nuestros sleeping bags y con el sencillo pero formidable calentón de leña; así al resguardo de los eternos fríos de las noches serranas.
"-¡Nomás no le peguen mucho a las mercancías muchachos 'jijos del máiz'...! Un jugo y un pan o algo de café, pero cuiden los abarrotes... que de éso vivimos mi 'Vieja' y yo" -Nos decía con su fuerte y ronca voz de "Profe de Educación Física", profesión que ejerció por muchos años en las escuelas públicas de Creel y San Juanito; luego de jubilarse, se dedicó al comercio de pueblo en pueblo.
Así que luego de no ir ninguno de nosotros en más de un año y medio, llegamos esa vez cuatro viajeros excursionistas a Creel en el tren ChePe y nos dirigimos a la casa de Don Joselo y su esposa Doña Conchita a pedirles 'su favor' y las llaves de la bodeguita, porque ese año se había adelantado el invierno y nos sorprendió una ligera nevada con un fuerte frío, un frente frío serrano tempranero, le llaman allá...
Tocamos a la puerta de la casa pero nadie nos contestó.
Preguntando a los vecinos, nos dijeron que Don Joselo estaba muy enfermo, que estaba internado en la Clínica Rural y seguramente Doña Conchita estaba con él en ese momento.
Nos dirigimos a la Clínica y con gran sorpresa nos enteramos de la delicada salud del otrora "Profe siempre Fuerte como Pino Serrano".
Doña Conchita nos platicó con evidente angustia que habían internado a su marido hacía ya casi una semana con síntomas de tuberculosis y con una muy fuerte 'infección gastro estomacal' (así nos lo dijo), y deshidratado y anémico, provocado por los contínuos vómitos; pero luego de los análisis y exámenes médicos pertinentes, el doctor descartó todos esos diagnósticos, y dijo no comprender el por qué el paciente seguía tan enfermo. Sólo comía por medio de una sonda gástrica, goteando suero azucarado directo a la azulosa vena de su brazo y estaba súmamente delgado y demacrado.
Cuando estábamos allí, llegó a verlo el médico rural:
Era un doctor entrado en años, con un enorme bigote de brocha, gris por lo canoso y con gruesos lentes horriblemente bifocales de armazón negro, que contínuamente provocaban que moviera la cabeza de arriba hacia abajo y de vuelta de abajo hacia arriba, enfocando las cosas de la vida sin pausa alguna, y siempre con su estetoscópio colgado al cuello que le daban, la verdad, un semblante de buen médico, iba enfundado en una bata blanca que le quedaba grande, o él quedaba chico... un cliché clásico de serie de televisión de doctores.
Nos saludó con entusiasmo cuando nos presentamos, y le dijimos del motivo de nuestra visita, y del parentezco del Miguelón con el matrimonio.
"-Bueno Doña Conchita; don Miguel; ya terminé mi recorrido obligatorio por las rancherías alrededor de Creel y ahora voy a tener el tiempo completo para analizar la situación de Don Joselo..." -Nos explicó el doc, dirigiéndose directamente a la señora y a Miguelón por el parentezco, y continuó-.
"-A ver señora, dígame lo más detalladamente posible, por favor, los lugares que visitó su señor antes de presentarse enfermo... no encuentro razón médica para que presente su marido este tan delicado estado de salud actual..."
La buena señora titubeó y tartamudeando visiblemente nerviosa, procedió entonces a enumerar los lugares que su marido estuvo visitando en su último recorrido de ventas.
Pero de pronto hizo una pausa, y tomando a su debilitado marido de la temblorosa mano, lo susurró mas que decirlo:
"-Pos verá usté 'dotor'... hay una cosa más: en una lejana ranchería, mi esposo tuvo una fuerte discusión con un conocido y temido hechicero chamán regional Tarahumara que se negaba neciamente a pagar una mercancía de no sé qué. Tan agria fue la discusión, que estuvieron a punto de llegar a los golpes...
Como mi marido llevaba todas las de ganar, el hechicero aquél le lanzó, gritándolo escandalosamente, una Maldición a mi marido y le dijo enfrente de una buena cantidad de personas del pueblo que lo condenaba a morir de hambre y de enfermedad en un corto periodo de tiempo; le dijo que ningún 'dotor' matasanos civilizado lo podría curar... las gentes metiches aquellas permanecieron en espantoso silencio, pelando unos ojotes y solo miraban con terror a mi marido que, justo en ese momento, sintió una punzada en su estómago que lo hizo doblarse y le pintó de una palidez su rostro, que hasta hacía un momento estaba rojo del coraje que hizo con la acalorada discusión con ese desgraciado chamán...
Sólo se escuchaban los ¡Oh! ¡Ah! ahogados de las personas y justo ahí llegó hasta nosotros el fuerte sonido de un lamento de un tecolote o lechuza del cercano y oscuro muro de pinos de la Sierra...
Éso nos hizo a todos voltear hacia donde provenía el canto de la lechuza o del tecolote y, al volver la cabeza, vimos que el hechicero ya no estaba con nosotros. El muy infeliz se escabulló no sé cómo y ya no hubo manera de localizalo...
A partir de ese momento, mi marido se sugestionó gravemente y, aunque tomo algún medicamento para el dolor estomacal, pos ya no se le quitó la dolencia...
A partir de allí, empezo a 'desmejorar rápidamente', tanto que tuvimos que cancelar la ruta y volvimos a Creel y fue cuando 'venimos' a la Clínica, pero usté 'dotor', andaba en su recorrido serrano..."
Todos nos quedamos en silencio ante aquella extraña narración. Sobre todo nosotros, simples e ignorantes habitantes de la ciudad, moradores de la civilización y tan alejados del sentir de los residentes de aquellas lejanas poblaciones perdidas en la Gran Sierra Tarahumara.
Al fin puso su mano en el hombro de la señora y le pidió que le dijera con detalle cuál era esa apartada ranchería donde el hechicero Tarahumara merodeaba. A todos nos dijo que salía inmediatamente para allá en compañía del comisario rural local y que regresaría al día siguiente por la tarde.
Nos turnamos esa noche para permanecer al lado del "Profe" para que la Doña pudiera descansar en casa, y esperamos con ansias la llegada del día siguiente.
En la tarde del siguiente día, el médico mandó llamar a Doña Conchita y con todos reunidos junto al postrado, pero consciente "Profe", nos dijo que él sí había podido localizar al tal chamán y junto con la autoridad rural, lo convencieron de que revertiera la maldición (tuvo que aclararle a Doña Conchita qué significaba 'revertiera') y que también les dijera cómo se podría recuperar pronto y bien Don Joselo.
Sólo nosotros cuatro, los citadinos, vimos cómo el buen médico nos guiñó un ojo; ese gesto no era muy usado en la Sierra, ni el matrimonio ni la enfermera lo advirtieron:
"-¡Obligado por nosotros dos! -Nos relató el médico-. "El susodicho hechicero nos declaró que él había dicho cuando la discusión, y frente a la chismosa gentuza reunida, pos que él había puesto una especie de 'lagartija' en el estómago de Don Joselo y que la alimaña se comería todo lo que "El Profe" ingiriera..."
"-¡Obligado por nosotros dos! -Enfatizó el 'dotor'-. Él nos dijo que de inmediato iba a hacer una 'Raspa de Jikuri (Peyote)', para sanar a Don Joselo y así yo, como su médico personal, pudiera sacarle de sus entrañas a la alimaña esa..."
Acto seguido, sacó de debajo de la cama la sucia vasija donde Don Joselo escupía y vomitaba y se la mostró a Don Joselo, a su esposa y a nosotros.
Adentro enmedio de la suciedad estaba moviéndose una fea lagartijilla marrón (que obvio el buen doctor había puesto en un descuido de todos...)
"-¡Ya estás totalmente curado querido "Profe"...! ¡Mira tú lo que con medicinas te sacamos de tus entrañas! ¡La maldición del brujo se terminó!" -Exclamó muy entusiasmado y elevando al cielo sus brazos el buen médico-.
Y así empezó la rápida recuperación de la salud de Don Joselo "El Profe", siempre "Fuerte como Pino Serrano".
Pronto pudo de nuevo salir a los caminos a comerciar con su mercancía en pueblos y rancherías; pero sin hacer alto en el lúgubre lugar donde perdió su salud y casi pierde su vida, producto de la sugestión tan habilmente dirigida por el hechicero tarahumara aquél.
Nosotros, excursionistas fieles admiradores de la Sierra Tarahumara, ya no pudimos salir de nuevo a los caminos de los siempre bellos bosques de pinos.
Otras prioridades ocupaban ahora nuestro civilizado vivir en la ciudad.
Mis amigos empezaron a trabajar ahora si en serio, a casarse, a tener una familia propia y a luchar por mantenerla.
Yo entré a laborar a la tan demandante industria maquiladora, me casé y también formé una familia...
Pero nunca olvidamos esa muy extraña y última aventura; donde un sabio y competente médico pudo salvarle la vida a una familia, nos enseñó una dura lección y permitió que todos entendiéramos un poco más cómo vivir ésta existencia que transcurre entre los dos eternos silencios: el nacimiento y el fallecimiento...
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