...a pesar de mi insomnio, cada noche te deseo dulces sueños, siempre... |
Desde que la vi en el centro comercial, me di cuenta de que era una mujer muy especial y que sería alguien muy importante en mi vida.
Algo de ella me llamó la atención cuando entró a la tienda enfrente de la banca donde yo estaba. Desde allí la seguí con la mirada y pude ver cuando abrió su bolso y disimuladamente deslizó un lápiz labial. Nadie se dió cuenta de éso más que yo. Luego salió de ahí con una linda sonrisa como de niña que ha hecho una travesura sin ser descubierta. Después fue al área de comidas y compró un café y se sentó en un lugar apartado del pasillo principal.
Yo llegué a su mesa y me senté frente a ella. Le dije con cara seria: "¿Puedo ver su lápiz labial?". Me regaló una bella sonrisa y, obediente, sacó de su bolso el que había hurtado y me lo dió.
"Soy el gerente de la tienda -mentí - No la voy a denunciar porque es usted muy guapa, pero a cambio tendrá que invitarme un café como el suyo". Volvió a regalarme la más linda de las sonrisas y fue al local de enfrente por mi café.
Charlamos amistosamente. Se expresaba como una persona muy culta, y se lo hice saber. Me explicó que había sido maestra de pre-escolar, licenciada en educación. Pregunté que de dónde era, respondió vagamente que de otra ciudad, pero que desde estudiante vivía aquí en la capital. Luego su familia se había mudado al extranjero pero ella decidió quedarse.
Era muy bella, vestía sencillo pero con mucha elegancia. Se adivinaba que no tenía ninguna necesidad de robar cosas.
Luego de una larga charla nos citamos para vernos ahí mismo el siguiente día, a la misma hora de la tarde.
Yo llegué con anticipación y la vi entrar a otra tienda. Observé desde lejos como echaba en su bolso un dije. Nadie la vió, su porte elegante no daba lugar a que las personas sospecharan que intentara robar alguna cosa.
Y así con citas en el centro comercial tuvimos una relación por algún tiempo, pero cada vez que nos reuníamos robaba algo antes de nuestro encuentro.
Nuestros encuentros llegaron a ser la catársis de nuestros problemas personales cotidianos. Fuimos un complemento de nuestra cotidianidad. Sin compromiso pero de común acuerdo.
Pero seguía robando...
Cuando íbamos a alguna reunión de mis amigos o de sus amigos o a donde fuéramos, aprovechaba cualquier descuido para deslizar algo a su bolso. Parecerá algo raro pero sólo yo lo notaba, nadie más se daba cuenta. Y así pasó el tiempo...
Seguía ella robando cosas...
Hasta que un día se lo dije...
Y fue entonces cuando me confesó que tenía esa compulsión, la de apoderarse de cosas ajenas. Lo hacía en las tiendas, también en casa de sus amigos o a dónde iba de visita, en los lugares donde había trabajado, en cualquier parte.
Me lo explicó muy seria que en su niñez había padecido carencias, pues era de familia muy humilde. Sentía envidia de sus compañeritas que tenían cosas que ella no podía tener.
Así empezó a robar casi sin darse cuenta y sin sentir por éso ningún remordimiento.
Conforme fue creciendo siguió haciendo lo mismo. Ya no sabía por qué, pues su situación era otra. Se había casado con un hombre de dinero, tenía una hija, pero se había divorciado por maltrato familiar. Con la pensión que recibía no tenía ninguna necesidad ni ella ni su hija; nada material le faltaba, pero seguía robando cosas.
Le pregunté si alguna vez había buscado ayuda profesional y me dijo que sí, pero que el tratamiento no había servido de nada. Lo dejó cuando tuvo el problema del divorcio, en una fecha muy reciente.
Y seguía robando cosas.
Noté que se avergonzó mucho porque yo me hubiera dado cuenta de su problema.
Y a los pocos días desapareció... ya no acudió a nuestra cita acostumbrada...
Estuve yendo al centro comercial y no se apareció...
Jamás volví a verla...
Y necesito saber de ella, pues al poco tiempo noté que se había robado otra cosa que me pertenecía: mi Sueño...
No mis sueños, éso es literatura. Mi Sueño, esa pequeña muerte que cada noche morimos, para poder seguir viviendo cada día...
No sé cuando ni donde ni cómo me lo robó. Quizás una sola vez me distraje y lo deslizó en su bolso.
Antes yo era, como dicen, de muy buen dormir. Ponía la cabeza en la almohada y como estuviera el mundo, dormía sin problema hasta el nuevo día.
Me dirán que éso no puede ser, pero así es...
Ahora ya casi no duermo nada; ya casi dos años que desapareció y yo no puedo dormir casi nada, casi nada, casi nada...
La Cleptómana se robó mi Sueño...
Sin embargo no la voy a denunciar. Es muy guapa, es muy hermosa...
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