sábado, 4 de febrero de 2017

Retorno de la Cofradía Rockera 2017



La reunión de “La Cofradía Rockera” regresa en este recién estrenado y aún oliendo a “nuevecito” año 2017; luego del bochornoso cierre del año 2016 que, la verdad, no recuerdo si ya lo narré aquí.
Pero como creo que no, pues se los cuento entonces:
Resulta que llegamos esa tarde de finales de Diciembre a la granja de “Chendo” González, en la zona de granjas en renta sobre la carretera al aeropuerto. Era una temprana tarde de invierno, sin nada de frío y que nos prometía una buena velada, sobre todo porque “Quique” ya había terminado de actualizar la flamante rocola, y ya estaba llena de nuestros CDs, esa gran música de La Cofradía Rockera y el sonido iba a ser muy bueno, de excelente calidad, mucha bebida y abundante carne asada.
Llegamos los rockeros, unos quince, dieciséis o dieciocho, algo así, en diferentes vehículos, cinco de ellos en sus enormes motos, que pusieron en fila amenazadora en la entrada de la granja. De la troca bajamos la pesada hielera, las bolsas de carbón para la carne asada y la famosa rocola.
Se veía algo de movimiento en algunas granjas vecinas, pues había que aprovechar el buen clima, pero de momento no notamos el peligro inminente que momentos después caería sobre nuestras rockeras cabezas.
Bien bajamos todo y cerramos el acceso, ya dispuestos a acomodar las cosas, a prender el carbón, a poner la carne a asar y a escuchar buen rock, y ya estaban casi listas las cosas, cuando empezó el caos, la debacle, el acabose, la degradación completa de la civilización occidental. A la granja enseguida de la nuestra, quien sabe cómo llegaron tan de pronto y en tan grande cantidad, una multitud que, a saber eran: unos novios, sus parientes, los padrinos, un enjambre de invitados calzando botas picudas de ridículos colores rosa, lila, naranja chillón, con cintos haciendo juego, sombreros que parecen “taco Bell” y lo peor de lo peor, un locutor ladino con fuerte acento maquilero que, a todo pulmón y a alto volumen, anuncia en medio de los gritos de la nutrida concurrencia: ¡Bienvenidos sean todos y todas a la gran boda del Brayan y la Kimberly! ¡Un aplauso pa’ los “jelices niovios”! ¡Arriba las mujeres! (ni al caso, pero eso gritan siempre todos los locutores de las bandas sinaloenses) ¡Y ahora con ustedes la Súper Banda Regional Sinaloense de la Laguna de la Derrolladora de San Geremías del Charco de don Lupe Lizárraga! O algo así… Y que empieza a todo volumen la música de una banda sinaloense o duranguense  como de 47 integrantes.
Y nosotros los rockeros pos nomás nos quedamos como si hiciéramos el tan de moda “Mannequin Challenge”: mudos, estupefactos, congelados, petrificados, engarrotados, suspendidos y detenidos en el tiempo; la cerveza a la mano a la mitad del camino a la boca, el cerillo a escasos centímetros del carbón, los dedos a milímetros de oprimir la tecla de la rocola, las miradas desencajadas, las sonrisas convertidas en una desagradable  mueca de desconsuelo y asombro, los ojos vidriosos, etc, etc...
Pasado un buen rato de ese lamentable estado cataléptico, y sin decir demasiadas palabras huecas y sin sentido, y con el seño (y otras partes del cuerpo) fruncido; recogimos nuestros tiliches y en medio de un profundo silencio, pero rodeados por la estridente musical grupera de banda sinaloense o duranguense, nos largamos de allí…
Pero ya estamos de regreso, aunque no en la granja sino en el taller mecánico de Ángel “angelito” Corral en el populoso barrio del “Santo Ñiño” y bien repuestos de esas extrañas bromas sarcásticas que de repente nos da la vida; ya estamos todos los de la Gran Cofradía Rockera, reunidos charlando amenamente, en medio de la saludable humareda del carbón que asa nuestras chuletas, tomando abundante cerveza espumosa, y, sobre todo, escuchando buen, buen Rock…

¡Larga Vida al Rock y a la Gran Cofradía Rockera!...

No hay comentarios.:

Publicar un comentario