La primera foto es una que vi en un programa de Jaime Maussan, tomada en Palenque, Chiapas, donde (según Maussan) se ve a un ser insectoide al parecer venido de las estrellas y que forma parte de una colonia de extraterrestres que llevan una eternidad viviendo entre nosotros. La segunda fue tomada por mi hermana Irma en un viaje que hizo a Guachochi, donde se ve un ovni como los que por cientos presenta Maussan en su programa; no digo que sea la misma nave que un lejano día la dejó a las puertas de nuestra casa; no digo que haya ninguna relación, solo tomo las fotos como pretexto porque les quiero contar un pequeño cuento de ciencia ficción:
Un pequeño relato de ciencia ficción…
—Hoy, mi hermano, el Gran Dios está con
nosotros. Ésta es la prueba —dijo el general mientras sonriente veía el avance
de su ejército por la pantalla que ocupaba toda la pared.
—Creo… creo que esto no está bien —comentó
titubeante su segundo, un curtido soldado en mil batallas.
—¿Cómo dices? ¿Qué cosa no está bien? Explicate, soldado—exclamó furioso el Señor de la Guerra.
—Atacamos a mujeres y niños. No dejamos llegar a la ayuda humanitaria. No hay honor en ello.
—¿Mujeres y niños? Yo sólo veo feas sabandijas infrahumanas. Hay que atajarles como a una enfermedad. Impedir que se extiendan. Sin piedad. Sin titubeos.
—No podemos comportarnos así. Hace años, otros nos hicieron lo mismo y casi acabamos aniquilados. No podemos ser como esos. No podemos convertirnos en los demonios que nos masacraron.
—Me estás preocupando. No te creía tan… débil, tan…
—Sabes que no lo soy. He luchado contigo y nos hemos salvado el trasero incontables veces. Pero esto,… esto no es una guerra, es un exterminio.
—Son ellos o nosotros. No podemos permitirnos otra opción. Y si te parece que no está bien, creo que es el momento de que abandones esta sala… y no vuelvas. No necesito lloronas a mi lado. Necesito soldados, soldados de verdad que estén a la altura.
El curtido militar miró a su superior como si fuera la primera vez. Habían estado juntos desde jóvenes, habían compartido mil comidas, bebidas y burdeles, bodas y entierros, pero, ahora se daba cuenta, que era un extraño para él.
Abandonó la sala dispuesto a dejar el cuerpo espacial. Dispuesto a iniciar algo en otro lugar, quizá en el otro bando de la batalla, aquello no era la razón por la que un lejano día se había enlistado en el ejército.
—¿Cómo dices? ¿Qué cosa no está bien? Explicate, soldado—exclamó furioso el Señor de la Guerra.
—Atacamos a mujeres y niños. No dejamos llegar a la ayuda humanitaria. No hay honor en ello.
—¿Mujeres y niños? Yo sólo veo feas sabandijas infrahumanas. Hay que atajarles como a una enfermedad. Impedir que se extiendan. Sin piedad. Sin titubeos.
—No podemos comportarnos así. Hace años, otros nos hicieron lo mismo y casi acabamos aniquilados. No podemos ser como esos. No podemos convertirnos en los demonios que nos masacraron.
—Me estás preocupando. No te creía tan… débil, tan…
—Sabes que no lo soy. He luchado contigo y nos hemos salvado el trasero incontables veces. Pero esto,… esto no es una guerra, es un exterminio.
—Son ellos o nosotros. No podemos permitirnos otra opción. Y si te parece que no está bien, creo que es el momento de que abandones esta sala… y no vuelvas. No necesito lloronas a mi lado. Necesito soldados, soldados de verdad que estén a la altura.
El curtido militar miró a su superior como si fuera la primera vez. Habían estado juntos desde jóvenes, habían compartido mil comidas, bebidas y burdeles, bodas y entierros, pero, ahora se daba cuenta, que era un extraño para él.
Abandonó la sala dispuesto a dejar el cuerpo espacial. Dispuesto a iniciar algo en otro lugar, quizá en el otro bando de la batalla, aquello no era la razón por la que un lejano día se había enlistado en el ejército.
Esas pobres criaturas no se merecían
ese destino. Miró por la claraboya del crucero de combate. Un borbotón de luces
caía sobre el planeta. En ese momento deseó no pertenecer a la raza insectoide
y rezó a sus propios dioses por la raza humana en extinción. Rezó por que no
pasara lo mismo en otras partes del universo… sin que nadie levantara un dedo para
evitarlo. Él tenía que iniciar algo en otro lugar, no podía permitir eso, no
podía quedarse al margen, alguien tenía que empezar la resistencia…
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