lunes, 8 de diciembre de 2014

Breve Semblanza de mi Madre, que en Paz Descanse

Una Muy Breve Semblanza de la Vida de mi Madre, que en Paz Descanse.



Querida Madre:
En suaves pétalos de rosa,
(tu flor preferida),
envuelvo tus recuerdos;
para que se conserven así:
tan Frescos, tan Sabios y, sobre todo, tan Vigentes,
que me recuerdan a las gotas del rocío de la mañana…

Con mucho Amor de tu hijo Arturo…

¡Qué difícil es despedirse para siempre de una persona como mi Madre!
Vivió 92 años, pero a muchos de nosotros nos parecieron pocos.

Me dice mi Primo en el funeral, con los ojos brillantes, con la voz entrecortada en parte por la emoción, pero más por el sincero sentimiento:
–“Escucho a muchas personas aquí que dicen que ahora “mi Talita” descansa en paz, pero eso no me convence; uno quisiera tenerla siempre para escucharla, para sentirla viva, para verla, para vivir la difícil vida sabiendo que la tienes al lado de uno cuando se necesita, que allí está; pero ahora ya no está”…
Yo comparto en silencio ese pensamiento, ¿qué más puedo decir?
Y claro que entiendo a mi Primo, porque se que mi Madre fue un farol que iluminaba y guiaba con su luz a muchas personas; que era un mástil del que muchos nos asíamos, cuando la tempestad apretaba y se veía muy lejos la claridad; era el oasis de tranquilidad en medio del desierto abrasador de los tiempos difíciles.
Muchas de esas personas nos acompañaron en esa difícil despedida del cuerpo físico de mi Madre.

No la perdemos, porque cuando fallece una persona tan querida como ella, simplemente se nos adelanta, que para allá vamos todos; es el recuerdo de lo que hizo en su vida, de las enseñanzas que nos dejó, de su herencia tan colectiva y muy universal, lo que la mantiene en nuestra memoria y en nuestro corazón, y eso es lo que se extraña cuando sentimos el vacío físico que deja, que es tan difícil de llenar.

Mi Madre tenía muchas virtudes; quizá dos de ellas me parecen mas frecuentes que las demás: una es El Respeto hacia todas las personas, con el don maravilloso de saber escuchar y, si se le era permitido, dar un consejo o una palabra de aliento; y la otra es una de las virtudes o valores (tan de moda el término) más difíciles de llevar a cabo: El de Predicar con el Ejemplo.

Fue una persona que trascendió a su papel de Madre, de Esposa, de Abuela, de Bisabuela, de Suegra, de Nuera, de Hermana, de Tía, de Prima, de Cuñada, de Miembro (“Miembra”, decía ella) de varios grupos en la iglesia; fue una muy eficiente Trabajadora de la Buena Costura y de la Confección de Ropa, de espíritu Guerrero y con alma de Luchadora Social, era una Enfermera que curaba tanto las heridas y enfermedades del cuerpo como las del alma (a veces más difíciles de consolar o mitigar), ya de sus hijos, ya de los muchos allegados a la familia.
Bien pudo haber luchado al lado de otras mujeres que dejaron de alguna forma sus nombres escritos en la historia; mujeres que batallaron a diario, en forma individual y desde sus trincheras, codo a codo, hombro a hombro, para hacer valer sus derechos civiles y humanos, sus derechos de mujer, y que se esforzaron más que muchos hombres para sacar adelante a sus familias, y lo lograron.

Nació y vivió en una época donde era muy difícil que una mujer que no fuera de familia acomodada, obtuviera algo de cultura y aprendiera un oficio valioso, pero ella lo hizo.
En esos tiempos el papel de la joven mujer en la sociedad era el hogar, la iglesia, el parir y el criar a los hijos y luego permanecer sumisa a su marido, fuera como fuera el individuo.
Cuando mi padre enfermó y pasó a ser de proveedor a una boca más que alimentar, mi Madre aplicó el oficio aprendido, la costura y la confección de ropa, para sostener a la familia.
Pero ella hizo algo más que eso, nos enseño que los valores y la lucha social se hacen desde la familia, no en las calles; y que solo en la escuela se aprenden los oficios y las profesiones para afrontar la vida con alguna arma válida con la cual dar de frente la batalla y no darse nunca por vencido, aún en los tiempos más difíciles.
¡Revolucionaria mi Madre!

Mi Madre de alguna forma adquirió el buen hábito de la lectura y lo conservó durante toda su vida, a pesar de las penurias económicas que se medio cubrían con el trabajo duro de sol a sol.
Ese buen hábito lo recomendaba con frecuencia.
A mis hermanos mayores y a mí nos enseñó a leer antes de entrar a la escuela; ya después cuando fuimos más los hermanos, no fue posible que enseñara a ellos esa tarea, pero siempre nos leía cuentos e historias y nos procuraba libros y revistas a la medida de sus posibilidades.

Pienso que mi Madre hubiera sido una excelente maestra de escuela, de esas que si enseñaban bien a sus alumnos, de esas a quienes se les dice maestra durante toda su vida debido al grato carácter y profunda huella que dejan en sus alumnos.
Pero las circunstancias y los duros tiempos no lo permitieron. A fin de cuentas la vida la llevó por otro camino más arduo, más difícil, más sufrido; pero aún así nunca dejó de enseñarnos, y siempre buscó la manera de que nosotros aprendiéramos cosas de utilidad de nuestro entorno social y familiar, de ver películas, de leer libros, de escuchar música, de admirar algunas pinturas; recuerdo que su pintura favorita era “Las Cosechadoras” de Millet; quizá porque ese óleo representa de una bella manera el arduo y duro trabajo de las mujeres, tan perenne, tan universal, tan necesario y tan familiar.



Siempre aprovechaba cualquier ocasión para enseñarnos algo.
Decía que los tiempos difíciles eran tiempos buenos para aprender cosas buenas, que luego nos servirían para cuando se fueran esos malos tiempos y regresaran los buenos tiempos que – lo decía con verdadera fe – siempre regresan.
Tenía razón, según me he dado cuenta conforme vivo y miro la vida a mi alrededor.
Esa frase tan suya siempre la recuerdo y la he aplicado muy a menudo; porque en la existencia del hombre hay una eterna alternancia de tiempos malos y de tiempos buenos; y eso ella bien lo sabía.

Así era de fácil y claro razonamiento.
Decía, por ejemplo, que las cosas sencillas eran la base para resolver problemas complicados, y tenía a la mano inteligentes respuestas para ellos.
Recuerdo una vez que, mientras mi ‘amá planchaba camisas y yo hacía tarea, veíamos el programa Cosmos del doctor Carl Sagan, que peroraba con su aire de culta magnificencia que en el centro de nuestra Vía Láctea las estrellas se desintegran y esparcen su polvo al Universo.
"–Seguramente encontremos polvo de estrellas en la Tierra, somos polvo de estrellas que piensa acerca de las estrellas...
Una de las más famosas frases del famoso buen doctor.
Y mi ‘amá que argumenta, apuntándome con la plancha caliente en la mano, las cejas fruncidas, con duro gesto de Diosa Griega y pensando en voz alta:
"–Seguramente, hijo, encontremos polvo de estrellas de la Vía Láctea en la Tierra, y seguramente encontremos polvo de La Tierra en la Vía Láctea; porque todo forma parte del todo, descubriremos que el todo está en El Todo. No sé si esto es teología o es poesía, pero en todo caso quizá la poesía es una forma de teología, y que a lo mejor la teología es una forma de la poesía...
Y luego siguió planchando camisas, tarareando en voz muy bajita alguna canción de doña Libertad Lamarque.
Yo me quedé un buen rato pensando, con la boca abierta y escribí la frase, antes de que se esfumara como se escapa el polvo estelar hacia los confines del Universo, según cuenta el buen doctor:
"–Ese fue un buen argumento, un gran argumento; cualquier gran pensador se lo pudo haber dicho al tal doctor Carl Sagan; es más, realmente me pregunto si alguien en realidad se lo ha dicho, si alguien en verdad se lo ha argumentado...”
Anoté ese argumento en la pasta dura de mi cuaderno y durante mucho mucho tiempo lo conservé como una joya del preclaro pensamiento espontáneo de mi Madre.

Es tan difícil aceptar la Sabiduría de los Viejos de la tribu,es muy muy difícil.
Uno de ellos me dice que la definición de Felicidad es:
“Se mueren los abuelos, se mueren los padres, se mueren los hijos; debemos de estar conformes y felices de que se respete ese orden de las cosas de la vida...”
Cuando ese orden se altera, deviene invariablemente la tristeza y la infelicidad...
Es tan difícil aceptar la Sabiduría de los Viejos de la tribu, es muy muy difícil.





miércoles, 8 de octubre de 2014

Ojos de Gato


Mi Lindo Gatito de la casa

El lindo gatito de mi casa ha subido ágil al alto pretil.
Desde allí otea todo a su alrededor, como el Rey de las Azoteas que es.
Su figura perfecta se recorta oscura y brumosa, en contraste con el color gris acero del cielo, que lentamente se amanece con la clásica pereza dominical.
Luego de un increíble salto, sube a las ramas del árbol cercano.
Bueno, increíble para nosotros los mortales, para él es solo un salto de rutina.
De allí otro salto de caída al suelo desde una altura considerable, para él es pan comido.
De pronto, se ha agazapado y se queda inmóvil, invisible, como la muerte.
Ahí, como la muerte, acecha.
Llega al árbol un pájaro madrugador. Su plumaje es de un color gris sucio. Tiene sólo en el pecho un indeciso color vagamente amarillo; de un saltito y batiendo sus alas, llega al suelo.
No ha visto al gato, pero vaya que el gato sí lo ha visto a él.
El cuerpo del felino se pone tenso, igual que un arco que se dispone a disparar la mortal flecha.
Ahora es todo ojos, de un bello color verde pistache, pero que han adquirido el tono frío de la muerte.
Se a convertido en un segundo en un depredador, mortal, experto en la cacería de su presa.
Va a saltar esa síntesis de tigre, y el ave va a morir inexorablemente. 
Es la Ley de la Vida y es inviolable, a menos que…
Desde el piso los observo, trato de permanecer neutral, pero el hombre moderno ya no está hecho para permanecer neutral ante la eterna,  bella y salvaje Naturaleza, que estaba ya activa antes de que el hombre apareciera, y seguirá igual de activa cuando el hombre por fin desaparezca de la faz de la tierra.
El hombre es solo un parásito, un alienígena, un intruso, una enfermedad, un ser en peligro de extinción constante, en medio de la exuberante y eterna Naturaleza que cubre por entero el planeta.
Mi mente divaga por grises brumas de pensamientos fluidos que me llevan lejos, muy lejos, totalmente hipnotizado por los ojos verdes del gato al acecho.
Pero, inconscientemente, sin haber siquiera pensado ninguna orden mental previa, sin ninguna razón aparente, víctima fatal del intolerable suspenso, ¡doy un grito!
El pájaro se asusta y huye...
El gato como un relámpago vuelve los arteros y bellos ojos hacia mí y me mira con la mirada más fiera que tiene en su amplio repertorio...
¿Es la Vida la que me ve, o es la Muerte?
No lo sé. Me inquieto, sin embargo -tampoco sé por qué-, y me alejo de ese sitio donde solo hace un segundo estaban presentes la Muerte y la Vida.
Oigo a lo lejos el trino de un pájaro. ¿Es el mismo?
Y siento que me sigue una mirada. ¿Es la misma?
La Vida y la Muerte están conmigo.
La Muerte y la Vida están en todas partes.
Son la misma cosa.

sábado, 20 de septiembre de 2014

Influencia de Maussan




La primera foto es una que vi en un programa de Jaime Maussan, tomada en Palenque, Chiapas, donde (según Maussan) se ve a un ser insectoide al parecer venido de las estrellas y que forma parte de una colonia de extraterrestres que llevan una eternidad viviendo entre nosotros. La segunda fue tomada por mi hermana Irma en un viaje que hizo a Guachochi, donde se ve un ovni como los que por cientos presenta Maussan en su programa; no digo que sea la misma nave que un lejano día la dejó a las puertas de nuestra casa; no digo que haya ninguna relación, solo tomo las fotos como pretexto porque les quiero contar un  pequeño cuento de ciencia ficción:
Un pequeño relato de ciencia ficción…
—Hoy, mi hermano, el Gran Dios está con nosotros. Ésta es la prueba —dijo el general mientras sonriente veía el avance de su ejército por la pantalla que ocupaba toda la pared.
—Creo… creo que esto no está bien —comentó titubeante su segundo, un curtido soldado en mil batallas.
—¿Cómo dices? ¿Qué cosa no está bien? Explicate, soldado—exclamó furioso el Señor de la Guerra.
—Atacamos a mujeres y niños. No dejamos llegar a la ayuda humanitaria. No hay honor en ello.
—¿Mujeres y niños? Yo sólo veo feas sabandijas infrahumanas. Hay que atajarles como a una enfermedad. Impedir que se extiendan. Sin piedad. Sin titubeos.
—No podemos comportarnos así. Hace años, otros nos hicieron lo mismo y casi acabamos aniquilados. No podemos ser como esos. No podemos convertirnos en los demonios que nos masacraron.
—Me estás preocupando. No te creía tan… débil, tan…
—Sabes que no lo soy. He luchado contigo y nos hemos salvado el trasero incontables veces. Pero esto,… esto no es una guerra, es un exterminio.
—Son ellos o nosotros. No podemos permitirnos otra opción. Y si te parece que no está bien, creo que es el momento de que abandones esta sala… y no vuelvas. No necesito lloronas a mi lado. Necesito soldados, soldados de verdad que estén a la altura.
El curtido militar miró a su superior como si fuera la primera vez. Habían estado juntos desde jóvenes, habían compartido mil comidas, bebidas y burdeles, bodas y entierros, pero, ahora se daba cuenta, que era un extraño para él.
Abandonó la sala dispuesto a dejar el cuerpo espacial. Dispuesto a iniciar algo en otro lugar, quizá en el otro bando de la batalla, aquello no era la razón por la que un lejano día se había enlistado en el ejército.
Esas pobres criaturas no se merecían ese destino. Miró por la claraboya del crucero de combate. Un borbotón de luces caía sobre el planeta. En ese momento deseó no pertenecer a la raza insectoide y rezó a sus propios dioses por la raza humana en extinción. Rezó por que no pasara lo mismo en otras partes del universo… sin que nadie levantara un dedo para evitarlo. Él tenía que iniciar algo en otro lugar, no podía permitir eso, no podía quedarse al margen, alguien tenía que empezar la resistencia…


viernes, 29 de agosto de 2014

El Vagabundo y el famoso “Triángulo de los Recuerdos”…




Spotify es la aplicación Sueca musical de moda; sin hacerles mucha publicidad (porque ni me lo pagan, además de que no es gratuita, cuesta $99.00 al mes), si les puedo decir que es una maravilla para los amantes de la música.

Puedes encontrar prácticamente cualquier canción que busques.

Entonces, navegando por allí me encontré por casualidad con “La Balada del Vagabundo”, que recordaba porque en una anterior reunión de “La Cofradía Rockera”, un amigo me comentaba que otro rockero de la cofradía, el buen Felipe Becerra, uno de los miembros fundadores del “gremio”, el licenciado Felipe Becerra, se había tirado no hacía mucho a la vida de Vagabundo a raíz de una tragedia en un accidente automovilístico donde perdió a varios miembros de su familia.

Mi amigo tarareaba la dichosa canción y no pudimos recordar cómo se llamaba; claro, el espeso ambiente, la abundante cerveza y el sonido a todo volumen no ayudaban mucho que digamos, estaba sonando “Roundabout” del grupo de rock progresivo “Yes”, en su punto más álgido.

Así que hace poco y de casualidad me encontré la dichosa canción en el Spotify, y se la mandé a mi amigo para saber si era la que buscábamos, porque al escucharla de nuevo, después de tantos años, ya nos pareció más una canción “infantiloide”, que el “ameno Pop comercial” como recordábamos haberla oído en la radio de la juventud.

Luego, por medio de la tan socorrida “Asociación de Ideas”, me acordé del Vagabundo que de joven veía casi a diario, por las noches, enseguida de la farmacia donde yo trabajaba.

Ahora actuaba el famoso “Triángulo de los Recuerdos”: la plática con mi amigo, la canción que medio recuerdas y que luego de repente te la encuentras, y la memoria asociada, me llevan de nuevo al pasado, para poder platicarles la historia de aquel Vagabundo, pero primero la letra de la susodicha canción, si no la recuerdan, búsquenla en Youtube:



La Balada del Vagabundo:

Papá, Papá, ayer cuando jugaba, le pregunte a un hombre que miraba:

¿Quién es usted? y me dijo un Vagabundo, Papá que cosa es, un Vagabundo.



Un Vagabundo es un hombre que va siempre, de un lado a otro caminando por el mundo,

Sin ambición, sin ansia ni esperanza, y no conoce amor ni confianza.



Jamás nosotros seremos Vagabundos, vivimos del amor, y de ilusiones,

Ni tú ni yo iremos por el mundo, viviendo con temor, como aquel hombre.



Papá, Papá porque Dios no le a dado, la misma suerte a todos los humanos.

Papá porque, hay pobres Vagabundos, que solitarios van, por todo el mundo.



En esta vida hay pobres y hay ricos, igual que existen, flores bellas y marchitas,

Igual que el sol, alumbra y no la luna, y existe la maldad, y un alma pura.



Jamás nosotros seremos Vagabundos, vivimos del amor, y de ilusiones,

Ni tú ni yo iremos por el mundo, viviendo con temor como aquel hombre.



Los Hechos

El Vagabundo despertó con frío, temblando.

Esos últimos días del mes de Agosto eran de un clima muy extremoso.

Por la madrugada se sentía un fuerte vientecillo helado que se metía a través de los huecos donde el cartón, los trapos viejos y algunos tiznados trozos de madera, hacían las veces de improvisado cuartucho. Por el mediodía y la tarde, el calor subía mucho y esos mismos materiales ahora se convertían en un horno que lo sofocaban y hacían sudar.

Aquella era para él la época más difícil del año; de hecho ocurría dos veces: cuando a fines del presente Agosto te abandonaba el candente Verano y lentamente empezaba el ventoso Otoño, y luego cuando en Abril, pasaba (por fin) el crudo Invierno y se acercaba la luminosa y ruidosa Primavera.

Aunque “vivía” desde hacía tiempo en aquella semi derruida casa frente a la vieja estación del ferrocarril “ChePe”, no había hecho nunca ningún arreglo a los cuartos que una noche fueron casi destruidos en su totalidad por el fuego.

De hecho nunca se había ido del lugar, solo se ausentó un tiempo mientras las autoridades investigaban la tragedia que arrebató la vida de su esposa e hija, dejándolo a él mismo a punto de perecer asfixiado por el humo del incendio pero, salvo eso, el hombre había salido ileso del mortal siniestro, al menos físicamente.

Al fin de cuenta, como desgraciadamente sucede muy a menudo, la policía abandonó pronto el caso; aun bajo la sospecha de que el origen del fuego hubiera sido un cigarro encendido en medio de una tremenda borrachera del tipo que allí vivía; pero como no había familiares cercanos que mantuvieran de alguna forma viva la tragedia, la gente pronto olvidó el accidente y la casa duró mucho tiempo en aquel lamentable estado.



Los Recuerdos

Entonces aquel hombre Vagabundo regresó a la casa en escombros.

Arriba, el cielo color gris parecía que se fuera a desplomar en cualquier momento. El Vagabundo caminaba con su pesado paso por esas calles con la poca luz que te anuncia que la tarde se aleja a veloz paso y que pronto llegará la noche engulléndolo todo con su oscuridad, dejando por solo unos minutos unas pocas líneas de un rojo intenso en el lejano horizonte poniente.

Entró por un hueco de las viejas maderas que tapaban la puerta; dentro, el piso seguía cubierto con una fina capa de ceniza y el polvo de las carcomidas paredes. Con pasos vacilantes, se dirigió directamente a los restos de lo que un día fue una escalera, con un compartimiento debajo cerrado por unas puertas ahora sin picaporte, por eso nadie había descubierto ese espacio oculto.

Estaba buscando algo en sus recuerdos grises, como tratando de atrapar algo que tenía la consistencia, el olor y el color del humo.

Con dificultad pudo abrir una portezuela y vio lo que buscaba, un pequeño baúl de madera ahora sucio y algo chamuscado, pero intacto; rompió con facilidad el pequeño candado y con su sucia mano enfundada en esos viejos guantes sin dedos, revolvió con ansia el interior: había allí un pequeño mantel de mesa con motivos navideños, un chupete con un listón rosa que casi se desmoronó cuando lo tocó con su temblorosa mano, y una fotografía algo manchada de humedad pero con una increíble nitidez. Mostraba a una bella dama, con suave rostro, ojos cafés y pelo ligeramente enroscado en sus extremos, que aun tenía el color del trigo; sostenía en sus brazos a un niña pequeña con rostro alegre, y una sonrisa que recordaba la elegante boca de la dama y con grandes ojos grises, como los del hombre que al lado de ellas, parecía irradiar la mayor felicidad del mundo.



La Soledad

Iluminado apenas por la tenue luz celestial de un lejano relámpago, El Vagabundo de los ojos grises abrazaba la fotografía, su retrato, su familia, sus sueños ahora inexistentes, el temblor de su cuerpo era involuntario; en ese rincón y recostado contra la sucia pared, se dejó llevar por la soledad.

La fotografía ganó arrugas, y manchas de tizne humedecidas, y suciedad en forma de huellas digitales de esas manos que habían hurgado en muchos lugares y que no habían encontrado nada. Fiel reflejo de ese rostro inexpresivo que levantaba la mirada al cielo y solo veía por un agujero del derrumbe del techo, un bajo cúmulo de nubes oscuras que presagiaban la inminente llegada de la fría lluvia.



La Cena

Lo vi varias noches, a traves de la ventana de la farmacia donde yo trabaja, cuando el Vagabundo repetía siempre esa nocturna rutina de la cena.

Apoyaba su cansada espalda bajo la farola de fría luz del alumbrado público.

De su ráida bolsa de tela tejida, extraía un pequeño mantel con motivos navideños, que extendía pulcramente en el suelo, encima ponía un trozo de una vela que nunca encendía, sostenida por un vasito de cristal a la medida; buscando en su bolsa sacaba un recipiente con algo de la comida que había conseguido en el lento peregrinar durante esa tarde. De una botella vertía algún líquido en el vaso de cartón que colocaba a la derecha de su comida; había también medio durazno y dos uvas como postre.

Los grandes ojos grises, enmarcados en espesas cejas del mismo color, miraban al otro lado del mantel, donde no había nadie, buscando quizá alguna mirada cómplice, alguna conversación agradable o un gesto de cariño que lo mantuvieran cuerdo y atado a este injusto mundo.

Luego, en su soledad, se santiguaba mirando hacia el cielo, con las estrellas reflejadas en los húmedos ojos grises, y con un hilo de voz apenas audible susurraba:
-Las echo muchísimo de menos…