Ahora en pleno Mayo 05 del 2012, se anunció con bombos y platillos, con fanfarria y a los cuatro vientos la Super Luna.
Quesque iba a verse la más grande Luna en el cielo desde no se cuando, quesque había peligro de grandes terremotos y tsunamis y quesque los volcanes y quesque no sé que tantas cosas iban a ocurrir por la inusual cercanía de la Luna a la Tierra.
A fin de cuentas, nada pasó salvo lo visual, un maravilloso paisaje celeste con la enorme Luna transcurriendo por los cielos de Chihuahua capital...
Total que todo eso me hizo recordar una leyenda urbana de mi barrio cuando eramos niños, lo que pasó una ocasión que tuvimos una Luna Llena enorme, hermosa, muy cercana, mágica, eterna... recuerdo ésto que les cuento:
Miguel, el hijo de Don Richi, el tendero de la esquina; era aquel niño
del eterno oberol de gastada mezclilla azul y con la interminable e involuntaria baba
siempre escurriendo de su boca; al que todos llamaban “el niño tonto del barrio” o más cruel todavía: "Miguel el loco". Pues ese Miguel acostumbraba
subirse a las azoteas y espiar desde arriba la tranquila vida de los vecinos de
la colonia.
Esa noche, noche de hermosa y enorme Luna Llena del Octubre chihuahuense, el viejo exempleado
del ferrocarril y su señora estaban en el patio de su casa, bebiendo un refresco
y comiendo una trozo de pastel, bañados por la brillante luz de plata de una
enorme Luna completamente llena que lentamente se desplazaba a travéz de un negro cielo libre
de nubes, libre de cualquier obstáculo,
iluminandolo todo con su resplandor de Soberbia, de Reina Eterna de la Noche; siempre mostrándonos su misma cara llena de mares y de cicatrices y de
cráteres de todos los tamaños posibles, y que a lo largo de los años, desde que
el hombre apareció sobre la faz de la Tierra, a servido de inspiración lo mismo a los poetas que a los poseedores de la locura, muchas veces indistinguibles
unos de otros y… perdón, pero me estoy apartando de la narración ésta, la Luna es así, te distrae
facilmente de la realidad, continuemos con el relato de Miguel…
Entonces fue cuando ambos oyeron que el niño andaba merodeando
por la azotea.
"-¡Chist!" -cuchicheó el viejo exempleado del
ferrocarril a su esposa-.
"-Ahí está otra vez el Miguel “el niño tonto”. No mires mujer.
Debe estar espiándonos como acostumbra. Pero hoy le voy a dar una lección. Vamos
mujer, sígueme la conversación, como si nada..."
Entonces, alzando la voz, dijo:
"-Este pastel está sabrosísimo, mujer. Tendrás que guardarlo
cuando entremos mujer, no sea que alguien se la robe..."
"-¡Cómo se la van a robar, viejo...! La puerta de la calle está
cerrada con llave. Las ventanas, con persianas apestilladas."
"-Y... alguien podría bajar desde la azotea..." -Dijo
haciendo un gesto sobreactuado con su brazo apuntando a la azotea-.
"-Imposible. No hay escaleras; las paredes del patio
son lisas..."
"-Bueno, mujer, escucha, te diré un secreto: En noches
como ésta de hermosa Luna llena, bastaría que cualquier persona dijera tres veces
"tarasá", "tarasá","tarasá",para que, arrojándose de cabeza, se pueda deslizar por la luz de
la Luna y llegar sano y salvo aquí al piso, y pueda agarrar el rico trozo de pastel y
escalando los mismos rayos de la Luna, se fuera tan contento de vuelta a la azotea. Pero vámos dentro, que
ya es tarde y hay que preparar las cosas para ir a dormir; luego volvemos por
el trozo de papel y el refresco; ojalá nadie se lo robe..."
Así que entraron, intercambiando una sonrisa divertida y dejando el trozo de pastel sobre la
mesa en el patio y se asomaron por una persiana del dormitorio para ver qué cosa hacía Miguel “el niño tonto”.
Lo que vieron los dejó mudos por mucho tiempo, por un buen rato, creo que por muchos días: fue que vieron que Miguel “el niño tonto”, después de repetir
tres veces "tarasá", "tarasá","tarasá", se arrojó de cabeza al patio, y se deslizó como
por un suave tobogán de luz de plata, luego al llegar al suelo agarró el trozo de
pastel y el refresco y, con la alegría de un salmón saltarín, remontó aire
arriba por entre los brillantes rayos de luz de la Luna, y desapareció entre las azoteas,
en medio de una feliz carcajada que se perdió en la distancia.
El matrimonio, con las bocas abiertas por la sorpresa, no podían creer lo que esa noche vieron, aunue luego lo platicaron a todo el mundo; obvio, nadie les creyó...
Arriba, muy arriba, la enorme Luna Llena seguía
iluminando todo el mundo, como si no hubiera pasado nada.