"El Viejo de la Seño de la Tienda" |
La Seño de la Tienda no quiso salir en la foto |
La Seño de la tienda le contesta a la encuestadora que le preguntó que
cuántos hijos tenía:
–Tengo éste que ve usté, (señalando a Pepito que está en un andador, con
la cara chorreada, pelando unos ojotes y pegado al biberón)… y otro que viene
en camino...
–Pues no se le nota Seño, le contesta la encuestadora, mirándola de
arriba a abajo, con la ceja levantada.
Responde la Seño de la tienda: –Es que lo mandé a la “jarmacia”.
…Cuento extra, hablando de la “jarmacia”
del barrio…
La guapa hija del farmacéutico del barrio fue secuestrada por maleantes.
Varios días después el atribulado padre recibió una llamada telefónica de los
secuestradores. Le dijo una voz ronca: “Semos
dos 'Don'. Mándanos de inmediato 10 millones a cada uno”.
Respondió el señor lleno de angustia: “¡Pero yo no tengo ese dinero!”.
“Nadie habla de dinero –aclaró el que llamaba–. Mándanos 10 millones de
unidades de penicilina. Su hija nos contagió una enfermedad”…
La muchacha de rancho que le ayuda en la casa de la Seño de la tienda le
anunció que se iba a casar.
“Te felicito Mucamartha, ahora ya casada tendrás la cosa más fácil”.
“Sí Siñora –contestó riendo alegremente la muchacha– y más siguido
Siñora, ji–ji… ji–ji…”
La Seño de la tienda descubrió que andaba por allí un ratón. Una clienta
le aconsejó:
–Vaya a “El Tepeyac” Seño, a que le den algo pa’xterminarlo. Luego al día siguiente le preguntó que como le
había ido.
–Pos mal Doña –dijo La Seño con cara de enojo.
–Pos como que mal Seño, pos que le dijieron
Seño.
–Que me dice el encargado, dándome una cajita:
–Es cosa sencilla Seño; mire: póngale estos polvos de esta cajita en el
agujero.
–¿Y luego Seño?– quiso saber la clienta.
–No pos que le contesto muina: ¡Ah sí, que cosa tan sencilla!, ¿Y usté va a
ir a detenerme al méndigo ratón, o como se los pongo?
La Seño de la tienda estaba platicando con una clienta que se veía que
era bastante presumida, nueva naca–rica debía ser.
–Seño anda, mira tú… –le dice, olisqueando el aire– he notado que mi
chacha, o sea mi sirvienta, tiene los mismos gustos que tú: ambas usan el mismo
“perfumen”.
–Nah! Mira tú… –contesta la Seño de la tienda, arqueando una ceja– más
bien tiene los mismos gustos que tú: ambas usan el mismo ma–ri–do…
–No pos mire Doña, mi marido con todo el mundo plática, a todo mundo le
cuenta y le platica de lo que hago, de mis cosas –se quejaba el otro día la
Seño de la tienda con una clienta.
–Yo la verdá espero irme al otro mundo antes que mi marido– continúa la
Seño de la tienda. –No quiero que cuando El Supremo Juez me juzgue, esté mi
marido por allí dándole información de más.
Le dice la Seño de la tienda a una clienta, mientras leen las noticias
en un viejo periódico que usa para envolver verduras y cosas:
–Nah! Doña, yo si fuera terrorista, secuestraría un avión lleno de
diputados, y amenazaría con irlos liberando de uno en uno si no se cumplían mis
exigencias, así si viera que el pueblo me daría cada cosa que les pidiera…
Una clienta le comentaba a la Seño de la tienda:
–¡Qué frío hacía anoche Seño! Salí, y tardé casi media hora en lograr
que arrancara mi carro.
–Sí que hacía frío –confirmó la Seño de la tienda– Yo no salí anoche, y
tardé más de una hora en lograr que arrancara mi marido…
La Seño de la tienda recibió una visita de su sobrina la Chita y de su
novio (el novio de la Chita, la sobrina de la Seño, aclaro).
–¡Qué guapo es tu novio m’ija, parece “artrista” de Halloween!– dice la Seño de la tienda emocionada.
–¡Hay tía! ¡”Artrista” de
Hollywood tía, de Hollywood!, ¡Hay tía!– la corrige su sobrina la Chita.
Le platica la Seño de la tienda al plomero del barrio, quien dice que
trabaja en las tardes en una maquiladora, en “Mantenimiento”:
–Ah, pos’ mire… nosotros nos “vinimos”
del pueblo por un problema de “Mantenimiento”.
–¿Cómo que de “Mantenimiento” Seño?– se interesó el plomero del barrio.
–Sí, así fue, fue un problema de “Mantenimiento”, mi suegro ya no nos
quiso “Mantener”.
La maestra de primaria de Jaimilito, el hijo de la Seño de la tienda,
pasó por allí y la Seño le preguntó que cómo iba su hijo en la escuela: “Ha
mejorado mucho con sus tareas”, dijo la maestra.
–Si profesora, –explicó la Seño de la tienda– es que mi viejo lleva ya
varios días que se fue de viaje al pueblo.
Le platica la Seño de la tienda a su marido: “Viejo, mañana es mi
cumpleaños y anoche soñé que me regalabas un “hay–fon seis” de esos de moda, (con
“h” se’scribe, creo Viejo), entonces Viejo
¿qué crees que signifique ese sueño?”
–Mañana lo sabrás –le contestó su viejo.
Al día siguiente le entregó un paquetito mal envuelto, que la Seño de la
tienda abrió, ilusionada.
Encontró una barata edición de bolsillo del libro: “El Significado de
los Sueños” (del autor Fernando Arévalo Céspedes, $38.00 en la librería “Kosmos”
de la Vicente Guerrero casi esquina con Niños Héroes)
–Qué cree Doña, de veras como es una de ignorante, luego por eso la
gente se carcajea di’una –le platica la Seño de la tienda a una clienta.
–Pos qué pasó Seño –pregunta curiosa la clienta.
–Pos fuimos ayer al Palacio de Gobierno a ver la representación de Don
Miguel Hidalgo, y m’ijo Jaimilito que me pregunta angustiado, cuando sacan los
soldados al Don y le ponen una pañoleta en los ojos:
–¿Ma', lo van a fusilar Ma’?– que me dice.
–Pos yo creo que si m’ijo– que le contesto mirando pa’ todos lados...
–Piñata
no veo…
–Mi Viejo no aguanta las bromas Doña –le platicaba la Seño de la tienda
a una clienta. “Cuando nos casamos, dejó de hablarme unos días por una broma que
le hice”.
–¿Pos que clase de broma le hizo Seño?
–Pos estábamos discutiendo sobre cuántos hijos íbamos a tener, yo decía
que tres y él decía que dos y ya en son de broma pa’cerlo enojar le insistí y
le insistí que tres. Entonces me dice muino:
–Ya dije que tendremos nomas dos hijos. Para asegurarme de eso, después
de que nazca el segundo me haré la “baskectomía”.
–Está bien –que le contesto–. Pero espero que quieras al tercero como si
fuera tuyo. Pos dejó de hablarme por varios días…
–No Doña, el desempleo pega fuerte en los pueblos –le platica la Seño de
la tienda a una clienta– Le pega hasta a los que trabajan duro–duro.
–¿Cómo está eso Seño, de que el desempleo le pega hasta a los que
trabajan mucho? –se interesa la clienta.
–Pos si Doña, en el pueblo hubo mucho desempleo y el lechero, señor que
trabajaba duro–duro, se quejaba de que el desempleo lo estaba perjudicando, “pos
porque había demasiados esposos en sus casas”…
La Doña presumida, la nueva naca–rica le estaba pasando chisme tras
chisme a la Seño de la tienda; habla que habla y vuelve a hablar; ese día
andaba particularmente más venenosa que de costumbre; y la Seño nomas volteaba
a todos lados porque ni clientes había.
–No Seño, deje le cuento la última de la muchacha su vecina de aquí a la
vuelta –insistía la clienta.
–No Doña, mejor ni me cuente más, no le vaya a pasar lo que le pasó a la
finadita Doña Pacita –le dijo la Seño ya harta.
–Achis! Seño, pos qué le pasó a la tal finadita Doña Pacita Seño –se interesó
la Doña, arqueando una ceja.
–Pos se murió Doña, se murió.