Mi Lindo Gatito de la casa |
El lindo gatito de mi casa ha
subido ágil al alto pretil.
Desde allí otea todo a su alrededor, como el Rey de las
Azoteas que es.
Su figura perfecta se recorta oscura y brumosa, en
contraste con el color gris acero del cielo, que lentamente se amanece con la
clásica pereza dominical.
Luego de un increíble salto, sube
a las ramas del árbol cercano.
Bueno, increíble para nosotros
los mortales, para él es solo un salto de rutina.
De allí otro salto de caída al suelo desde una altura considerable, para él es pan comido.
De pronto, se ha agazapado y se
queda inmóvil, invisible, como la muerte.
Ahí, como la muerte, acecha.
Llega al árbol un pájaro
madrugador. Su plumaje es de un color gris sucio. Tiene sólo en el pecho un indeciso
color vagamente amarillo; de un saltito y batiendo sus alas, llega al suelo.
No ha visto al gato, pero vaya
que el gato sí lo ha visto a él.
El cuerpo del felino se pone
tenso, igual que un arco que se dispone a disparar la mortal flecha.
Ahora es todo ojos, de un bello
color verde pistache, pero que han adquirido el tono frío de la muerte.
Se a convertido en un segundo en
un depredador, mortal, experto en la cacería de su presa.
Va a saltar esa síntesis de
tigre, y el ave va a morir inexorablemente.
Es la Ley de la Vida y es
inviolable, a menos que…
Desde el piso los observo, trato
de permanecer neutral, pero el hombre moderno ya no está hecho para permanecer
neutral ante la eterna, bella y salvaje Naturaleza, que estaba ya activa antes
de que el hombre apareciera, y seguirá igual de activa cuando el hombre por fin
desaparezca de la faz de la tierra.
El hombre es solo un parásito,
un alienígena, un intruso, una enfermedad, un ser en peligro de extinción constante, en medio de la exuberante y eterna
Naturaleza que cubre por entero el planeta.
Mi mente divaga por grises brumas
de pensamientos fluidos que me llevan lejos, muy lejos, totalmente hipnotizado por los
ojos verdes del gato al acecho.
Pero, inconscientemente, sin haber siquiera
pensado ninguna orden mental previa, sin ninguna razón aparente, víctima fatal del intolerable suspenso, ¡doy un grito!
El pájaro se asusta y huye...
El gato como un relámpago vuelve
los arteros y bellos ojos hacia mí y me mira con la mirada más fiera que tiene
en su amplio repertorio...
¿Es la Vida la que me ve, o es la
Muerte?
No lo sé. Me inquieto, sin
embargo -tampoco sé por qué-, y me alejo de ese sitio donde solo hace un
segundo estaban presentes la Muerte y la Vida.
Oigo a lo lejos el trino de un
pájaro. ¿Es el mismo?
Y siento que me sigue una mirada.
¿Es la misma?
La Vida y la Muerte están
conmigo.
La Muerte y la Vida están en
todas partes.
Son la misma cosa.