¡Muy Feliz Cumpleaños Sebastián...!
¡Que tengas un hermoso día hoy y todos los días siguientes, mientras le das 100 vueltas más al Sol!
Rebuscando en mis libretas de notas, pude recopilar algunas Anécdotas más de Sebastián de cuando era un niño pequeño.
Ojalá las disfruten, como yo las he disfrutado viviéndolas, y escribiéndolas; aquí vamos pues:
Un día fui por Sebastián al Kinder y de allí fuimos al cajero del banco para obtener mi sueldo.
El local estaba completamente vacío. Usé el cajero, ante la muy atenta mirada de Sebastián.
Luego me preguntó que de qué horas a qué horas funcionaban los cajeros, y se quedó con la boca abierta cuando le dije que se podía obtener el dinero de ahí, día y noche, todos los días de la semana y los días festivos, que nunca los cerraban.
Entonces, ya de salida, Sebastián voltea a mirar al cajero y murmura, muy serio:
"-¡Pos Pobre del Cajero...! ¡Qué aburrido estar encerrado allí adentro...! Entregando dinero, solo, sin tele, sin música, sin compañeros... sin nada de..." -Hasta que lo interrumpí y le aclaré muy bien cómo funcionaba realmente ese asunto tan útil...
Estábamos en el Super; llevábamos cinco cosas y fuimos a la caja que dice arriba "6 Artículos Máximo". Éramos los cuartos clientes en la fila; pero nos fijamos que una señora delante de nosotros llevaba un carrito con muchos artículos. La señora nos volteó a ver y yo con mi dedo índice le señalé el letrero de la caja. Sebastián chiquito hiso lo mismo que yo con su dedito.
La tal señora, refunfuñando, nos dijo con una voz ronca y desagradable:
"-¡Yo sé leer...!"
Sebastián le dijo, sin dejar de señalar el letrero con su dedito:
"-¡Pos si sabrá leer, pero no sabe contar...!" ¿Qué No la llevaron al Kinder de chiquita como yo que estoy yendo...?"
"-¡Ya pues...!" -Dijo la señora, arqueando una enorme ceja pintada, y sacó su carrito de la fila...
Alguien comió nieve extra ese día...
Era el Día del Cumpleaños de Abuelita Socorrito, y las niñas dispusieron que por éso, iban a dejarla dormir hasta tarde.
Sebastián escuchó eso y estuvo de acuerdo, evitando hacer cualquier ruido para no despertarla...
Días después, el Abue Pancho entró a la casa cerca del mediodía y le preguntó a Sebastián que a dónde estaba su Abuelita Socorrito...
"-Mi Abue Socorrito está en su recámara, fingiendo que hoy es otra vez su Día de Cumpleaños..."
Veníamos de regreso a casa, de la misa dominical. Los niños venían comiéndose un barquillo de nieve. Entonces una de las niñas medio tropezó y se embadurnó de más la carita, y no traíamos nada con qué limpiarla. Afortunadamente cerca, estaba abierta la tienda de Saúl, enseguida del parque de la Iglesia. Entré y le pedí a Saúl un rollo de papel sanitario. Saúl me preguntó que si quería una bolsita de plástico y, Sebastián, que había entrado detrás mío, dijo con voz muy alta:
"-¡No señor Saúl, no...! ¡Nada de bolsita...! ¡Mi Apá lo va a usar ahora mismo, es una emergencia...!"
Varios oyentes pusieron cara de susto, y hasta alguien preguntó con asombro:
"-¡Aquí...?"
Una tarde, luego de que cayó una ligera llovizna, Sebastián chiquito me preguntó que de dónde venía "ese ruidito" que se escuchaba...
"-Son los grillitos los que hacen "ese ruidito"..." -Le dije-.
Entonces, un gran grillo negro cayó a nuestros pies y Sebastián quiso tomarlo con su manita, aunque ya de cerquita se arrepintió de tocarlo.
Le pregunté que para qué quería agarrar al insecto, y me dijo:
"-Pos por curiosidad Apá, quiero ver en dónde tiene "el motorcito..."
Una vez fuimos al Expogan, y había un stand de una agencia de venta de carros.
Tenían como decoración un "Vochito" antiguo muy bien restaurado, había mucha gente viendo los carros nuevos y la exhibición de los antiguos.
Se nos acercó un vendedor labioso que nos dijo que si se nos ofrecía algo, que le dijéramos, que él era el vendedor de confianza, y que ésto y lo otro, todo mostrando una enorme sonrisa...
Sebastián apuntó con su dedo índice hacia el "Vochito" y le preguntó:
"-Señor, ¿De qué año es ese carrito...?"
"-Es del año 1962, niñito..." -Le dijo sin quitar su enorme sonrisa...
"-¿Y desde entonces no has podido venderlo...?"
Al vendedor labioso se le borró la sonrisa, abrió mucho la boca... Y otros vendedores que estaban cerca escucharon éso y no aguantaron la risa. Uno de ellos, con un buen piquete de costillas le dijo, entre carcajadas de todos:
"-¡Tómala Rodríguez... directo a tu ego...! ¡Niñito, toma una paletita...! ¡Mejor dos, o tres...! ¡Ja, ja, ja...!"
Un día Sebastián estaba haciendo la tarea, de segundo o tercero, con el libro abierto, tenía que leer en voz alta una lección con animales exóticos... Leyendo en voz alta:
"-¡Hola...! ¡Soy un Perro Lobo...! ¡Porque mi Papá es Perro y mi Mamá es Loba...!"
"-¡Hola...! ¡Soy un Pato Ganso...! ¡Porque mi Papá es Pato y mi Mamá es Gansa...!
"-Lo entiendo éso..." -Dijo Sebastián, y le dió vuelta a la página; y entonces se quedó con la boca abierta y dijo:
"-¡No, ésto no lo entiendo, ésto no es cierto...!"
"-¿Qué cosa no es cierta, Sebastián...?" Son animales exóticos..." -Le pregunto y me contesta, negando con su cabecita y agitando mucho su corte de honguito:
"-¡Hola...! ¡Soy un Oso Hormiguero...! ¡Eso no puede ser cierto... no...!"
Sebastián chiquito, quería una cajita con media docena de carritos Hot Wheels que vió en una juguetería del Centro Comercial. Faltaban un par de meses para Navidad; así que logré convencer a Sebastián que se la pidiera a Santa Claus, y sí, hasta éso que se quedó conforme y la anotó en su cartita para Santa.
Cuando abrió sus regalos en Navidad, y se encontró con la cajita con los carritos que quería, se alegró mucho y gritó, enfrente de toda la familia reunida:
"-¡Wooow...! ¡Miren...! ¡Lo que quería me lo trajo Santa...! ¡Mira Apá... Mira...! ¡Mira todo el dineral que te has ahorrado...!"
Y las niñas, con risitas y murmurando:
"-¡Ay Niñito... si supieras...!"
Les hice un gesto de "Silencio...", Que disfrutara su infancia...
Un día andábamos de paseo en el Centro de la Ciudad. Caminando por la calle Victoria, vimos que dos jóvenes con vestimenta de cholos estaban pintando un mural en la pared trasera de una tienda de ropa, bajo la atenta mirada de un señor con traje. El Gerente de la tienda o alguien que los estaba supervisando.
Pasamos caminando frente a ellos, cuando unos metros más adelante me fijé que Sebastián chiquito se había quedado parado, viendo como pintaban aquello con trazos de colores chillantes. Me regresé para decirle que caminara junto a nosotros sin retrasarse, pero él sólo le limitó a mirarlos pintar y luego, alzando mucho su vocecita, les gritó:
"-¡¿De veras les dieron permiso de hacer éso...?!"
Los jóvenes y el señor de traje se atacaron de risa, y se alejaron de su obra, se acercaron a Sebastián y se agacharon para mirarla desde la perspectiva del niñito ése.
Estoy casi seguro de que hicieron ajustes a su arte, ante la dura crítica de un niñito...